Además de las dos grandes fincas creadas en torno a Marrakech (La Menara y el Agdal), los califas almohades emprendieron la construcción de otras almunias en al-Andalus. Este tipo de propiedades destacaban por los pabellones y palacios residenciales que albergaban en su interior, aunque su mayor esfuerzo estaba principalmente enfocado en la creación de grandes zonas de cultivo que servían para su explotación agrícola y el recreo de los soberanos. Ahora bien, si hay un elemento característico de las almunias asociadas al poder almohade es precisamente la disposición de una gran alberca que concentraba la mayor atención espacial y funcional de la finca. Las dos almunias de Marrakech anteriormente mencionadas cuentan con albercones colosales que permitían almacenar y regular el agua, lo que en definitiva determinaba la supervivencia de los cultivos, sin embargo, su protagonismo dentro de la propiedad adquiría un valor compositivo de gran significación. Así, el entorno directo de la alberca aglutinaba las construcciones más notables y en ocasiones incluso podía quedar delimitado como un recinto más protegido. Aunque de forma más modesta, el modelo fue emulado al otro lado del estrecho, concretamente en la Buḥayra de Sevilla en 1171-72.
En lo que se refiere a Granada, la ciudad recibió una mayor atención estatal en un momento avanzado del periodo almohade, cuando se optó por intervenir en sus defensas y sobre todo se desarrolló un programa edilicio de gran extensión al sur del río Genil; en un paraje periférico que se conoce hoy como Alcázar Genil, siendo esta su denominación castellana. De hecho, aunque sus restos materiales son muy fragmentados y las fuentes escritas no muy prolijas, se puede reconocer su identidad como una gran finca vinculada a la familia almohade. Según al-Ḥulal al-mawšiyya, el sayyid Isḥāq b. Yūsuf, hijo del califa Abū Yaʿqūb Yūsuf y gobernador de Granada, construyó este Qaṣr al-Sayyid (Palacio del Sayyid) en 1218 fuera de Granada y a orillas del río Genil. Además, esta misma fuente anota que construyó frente al palacio una rābiṭa que se ha venido reconociendo tradicionalmente en lo que es la actual ermita de San Sebastián.
De este modo, se desprende que la almunia contaba con un palacio y podía estar relacionada desde sus orígenes con la mencionada rābiṭa. Para el periodo nazarí, la finca siguió en funcionamiento tal y como reflejan fuentes cristianas que relatan la campaña de Juan II en Granada o, también, la célebre representación de la Batalla de la Higueruela en el Escorial. En esta última se dibujó un gran palacio torreado y asociado a un recinto cercado con árboles, además de un molino y una qubba junto al río que podría corresponder con la rābiṭa.
De acuerdo con estudio desarrollado por Rodríguez Aguilera, Tito Rojo y Casares Porcel en esta zona, una de las primeras intervenciones almohades fue la consolidación de los márgenes del río, operación que conllevó la construcción de muros de contención y la reforma del puente zirí. Asimismo, en cuanto a la delimitación de la almunia, que suele ser siempre un aspecto comprometido debido a las drásticas transformaciones urbanas, se propuso que debía de quedar definida por el cauce del río, al norte, y el camino de Armilla, por el este y el sur, pudiendo articularse su interior en torno a un eje principal definido por el albercón y la rábita. Por otro lado, poco se puede precisar de la organización interior, aunque se intuye que el trazado de las acequias de distribución debió de ejercer un papel en la definición de sectores y alineaciones de cuadros.
Con respecto al albercón, cuyas dimensiones alcanzan 121 x 28 m aproximadamente, consiste en un gran reservorio que pudo ser parcialmente excavado en el curso de la construcción del metropolitano de Granada. Así, los resultados de la intervención arqueológica dieron a conocer sus características y el proceso constructivo del vaso. Primero, se ejecutó un asiento de tierra y cal, seguido de una preparación de cantos, y después se construyó la solera de 0,20 m. A continuación, se montaron los muros perimetrales sobre la solera con 0,65 m de espesor. Para estas estructuras se empleó un hormigón de cal especialmente ejecutado para la función hidráulica, ya que los orificios dejados por el encofrado fueron sellados con mortero de cal. Por último, un enlucido superficial unificaba todos los paramentos junto con el fondo con el objetivo de revestir las juntas.
En el frente norte de la alberca se pudo documentar, además, un muro de tapial de tierra de 1,25 m bastante más deteriorado y que envolvía exteriormente el vaso de hormigón de cal, lo que se interpretó como una solución constructiva para conferir mayor resistencia estructural al muro y contrarrestar el empuje ejercido por la presión del agua almacenada. No obstante, también se pudo identificar otro segundo muro más externo de 1,60 m de ancho y poca altura, que, adosado al anterior, generaba una especie de andén perimetral. A continuación, en este mismo frente, se documentó una terraza de cultivo de 8 m de ancho que discurría en paralelo al andén y quedaba ceñida al norte por su propio muro de contención, evidenciando así una posible parata de cultivo y el ligero aterrazamiento que descendía hacía el cauce del río.
La estructura del albercón se complementaba con un pabellón oblongo adosado a uno de sus frentes menores (suroeste) y del que únicamente se conoce parte de su cimentación subterránea. La estructura se compone de dos crujías yuxtapuestas: un corredor de 3 m de anchura junto al muro de la alberca y una secuencia de cinco cámaras con su extremo meridional macizado. Estas características han permitido imaginar una construcción áulica precedida por un pórtico que asoma hacia la alberca y disfruta del paisaje formado por la finca, la ribera del Genil y la ciudad, al fondo.
Finalmente, el último testimonio material de esta finca es precisamente su construcción más conocida, una qubba situada al este de la alberca y dispuesta de acuerdo a una orientación completamente distinta. Su planta es tripartita y consta de una sala central cuadrada de mayor desarrollo vertical y dos alhanías laterales conectadas con la sala por medio de vanos geminados. En el frente oeste se encontraba el vano de acceso centrado en el eje de simetría y frente a él, por el exterior, se hallaba una alberca. El rico programa decorativo que conserva este edificio es claramente atribuible al periodo nazarí, lo que podría suponer reconocer la construcción como una obra de ese tiempo, ahora bien, este tipo de diseño arquitectónico ya está presente en el periodo almohade, como es el caso de la qubba palatina en el alcázar de Jerez. En cualquier caso, la representación de la Batalla de la Higueruela sugiere que esta qubba no tendría por qué ser un pabellón aislado, sino parte de un edificio palatino más extenso.
Iñigo Almela