La ciudad de Marchena se asienta en la campiña de la cuenca media del río Guadalquivir, sobre un leve promontorio en proximidad del río Corbones, afluente del anterior que discurre por el este. Desde este lugar se domina un amplio territorio que se extiende entre las poblaciones de Carmona y Écija y la propia Marchena. Aunque hay constancia de hábitat anterior, parece que el núcleo urbano se consolida bajo dominio almohade con el nombre de Maršāna. La población pasó a manos cristianas en 1240 y tras varias pertenecias quedaría como villa de señorío de los Ponce de León, duques de Arcos. En 1368 la villa fue atacada por Muhammad V durante la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, sufriendo graves daños en sus murallas que fueron reconstruidas en 1430 contando para ello con una bula del papa Martín V que concedía gracias e indulgencias a quienes colaboraron en la empresa.
El recinto tiene una forma ovalada irregular, con su mayor dimensión en dirección norte-sur. Como sucede en otras poblaciones de la época, contó con una alcazaba ubicada la zona septentrional, lugar más elevado del promontorio que es. La muralla de época islámica está construida mayoritariamente con obra de tapia y presenta torres rectangulares, de entre 5 y 6 m de frente y salientes de hasta 7 m, dispuestas a intervalos regulares de entre 30 y 40 m. Se conserva en relativo buen estado casi todo el sector sur del recinto, aunque en muchos casos embebido dentro del caserío. El frente oriental y la muralla de la alcazaba son los que han sufrido mayor ruina. Existe cierta incertidumbre respecto a la zona noreste del recinto que algunos autores consideran que constituyó un recinto aparte con función de albacar o incluso de zona de jardines y huertos, función ésta a la que sí se sabe que estuvo destinada ya bajo dominio señorial. En todo caso, no existe ningún resto de muralla que separe este sector del resto de la medina, por lo que parece más plausible pensar que esta zona se despoblaría tras la conquista y quedaría adscrita al palacio levantado en la antigua alcazaba.
La alcazaba, de planta también irregular, parece que contó con antemuro, del que se conserva un buen tramo en el frente noreste. Dispuso de dos puertas, una comunicando con la medina y otra con el campo. La primera está ubicada en el punto más meridional y sus restos, muy alterados, se conocen como Tiro de Santa María, no siendo posible en ellos reconocer la obra islámica. La otra puerta, ubicada en el vértice suroeste, se conoce como puerta de Carmona, y pese a haber sido objeto de una importante reconstrucción, conserva restos suficientes para saber que fue puerta de acceso directo. El arco de herradura y la bóveda de cañón con que se atraviesa la muralla son fruto de la restauración y plantean serias dudas, sobre todo esta última, ya que la altura a la que se ha reconstruido hace imposible la colocación de hojas de cierre en la puerta. Junto a ella se abrió en época muy posterior otro arco de mayores dimensiones, también muy restaurado.
Flanqueando esta puerta por el sur hay una alta torre de planta seudo-octogonal que forma el vértice suroeste de la alcazaba. En realidad, tiene solo 7 lados, pues el lado oriental por el que se pega a la muralla se prolonga en la zona alta lo mismo que el que le es ortogonal, eliminando uno de los frentes. Por su forma y tipo de fábrica, de tapia con bandas horizontales de ladrillo en ligero resalta, es sin duda la obra más genuinamente almohade de todo el conjunto. Aunque apenas se distancia de las murallas que forman ángulo en ese lugar, se la ha considerado torre albarrana, a pesar de que a ella acomete además la muralla de la medina que se dirige hacia el sur. Es maciza en una gran parte de su altura, hasta alcanzar el nivel del adarve de la muralla sur de la alcazaba, por el que se accede a la cámara abovedada alojada en su parte más alta y por la que a su vez se sube a la terraza. Se la denomina a veces como torre del Oro, seguramente por considerar su forma algo semejante a la sevillana del mismo nombre.
El recinto urbano contaba con cuatro puertas. La de Osuna, situada en el vértice sureste, ha desaparecido y solo se conserva la torre que la flanqueaba en su lado occidental. Tuvo una torre simétrica, hoy desaparecida y a juzgar por un dibujo antiguo parece que fue de paso directo. La puerta de Morón, ubicada en el vértice más meridional se aloja dentro de una gran torre que reforzaba este punto estratégico de la muralla. Dicha torre tenía una zona maciza, en su lado sur y un patio en la mitad norte. A este patio se accedía por una puerta en su lado norte formada por un doble arco y un espacio intermedio abovedado en el que giraban las hojas de cierre. Los arcos son de herradura bastante apuntados y dan la impresión de que su forma original se ha visto alterada. Una segunda puerta en el muro este daba paso desde el patio a la medina formando así un acceso en recodo simple. Esta segunda puerta tiene solo un arco en el lado del patio y una bóveda rebajada en el resto del muro. Las hojas se cerraban por tanto desde el interior de la población y no desde el patio, lo que permite suponer que también aquí ha habido alteraciones cristianas. Adosada al muro sur del patio se dispuso una escalera para subir a la terraza y adarves de la puerta.
Aunque por su estructura y forma parece obra almohade, esta puerta ha sufrido sin duda numerosas intervenciones. Las zonas de mampostería, así como las esquinas de cantería y ladrillo, son seguramente obra cristiana, fruto quizás de las reparaciones que sufrió todo el frente occidental del recinto después de la guerra civil castellana que dio paso a la casa de Trastámara. El almenado con que se remata la torre es moderno según se deduce de su inexistencia en algunas fotografías antiguas, y en la segunda puerta, el arco rebajado parece ser también fruto de una mala restauración pues con la forma actual tampoco permitiría disponer las hojas de cierre de forma adecuada. El patio está actualmente convertido en espacio museístico, cubierto con una montera de vidrio y dividido por una entreplanta. La parte maciza de la torre ha sido parcialmente horadada y en ella se ha instalado la oficina de turismo.
En el frente occidental del recinto se sitúa la puerta de Sevilla o de la Rosa, obra que a juzgar por su fábrica enteramente de mampostería de piedra parece de factura cristiana, al igual que buena parte de la muralla y torres del frente oeste del recinto. Es puerta de acceso directo, aunque con un fuerte esviaje. Se aloja también en un gran torreón que tiene una cámara alta a la que se entra desde el adarve de la cortina inmediata por el norte. Desde ella se alcanza la terraza. El recorrido por esta puerta presenta fuerte pendiente, hoy resuelta con peldaños que sin duda sustituyeron a una rampa. La puerta tiene un único arco exterior de herradura sin apenas apuntamiento al que sigue una bóveda de cañón de ladrillo. El arco exterior queda protegido dentro de un fuerte retalle que se produce en la cara sur de la torre y que deja dos a modo de pequeñas torres flanqueándolo. Dentro de la torre más occidental se aloja la escalera de subida a la terraza.
La cuarta puerta, conocida como el Portillo, se sitúa en la parte más septentrional del recinto de la medina, prácticamente en contacto con el antemuro de la alcazaba. Es una puerta de acceso directo, con arco apuntado de ladrillo y jambas de piedra por cuya factura parece obra cristiana, aunque se abre en una muralla de tapia que es sin duda de construcción islámica. Por encima del arco se aprecia la existencia de un almenado anterior macizado a causa del recrecido de la muralla. En el exterior de esta puerta, hacia el este, se ve la base de un cubo de forma semicircular peraltado que recuerda obras defensivas del periodo de transición a la adopción de armas de fuego, posiblemente del s. XV.
El recinto amurallado encierra una superficie de 17,4 Ha con un perímetro de murallas de 1.600 m. De esa superficie, 15,4 Ha corresponden a la medina y 2,0 a la alcazaba cuya muralla tiene un recorrido de 550 m.
Antonio Almagro