El castillo de Blanca se sitúa sobre un promontorio rocoso que se desprende de la sierra del Solán y que se asoma sobre el cauce del río Segura. Esta ubicación presenta unas condiciones defensivas apropiadas, pues se trata de un cerro escarpado y limitado al oeste por el estrecho de los Canales. Desde este punto se ofrece una buena vista del valle y de las huertas que se desarrollan a lo largo de él entre el río y las montañas. Además, se trata de un enclave bien conectado, ya que se sitúa junto a un camino histórico que enlazaba Murcia con Castilla la Mancha aprovechando para ello los pasos naturales que genera el río Segura por esta comarca. Por otro lado, las explanadas generadas entre las elevaciones rocosas y el río constituyen, al igual que en el resto del valle, una zona de gran oportunidad agrícola, lo que propició la creación de una fértil huerta vertebrada por el río y alimentada por acequias. En consonancia con este desarrollo, el valle contó durante el periodo andalusí con una compleja estructura administrativa formada por alquerías y fortificaciones. Entre estas últimas se encontraba el castillo de Blanca, que es uno de los más importantes después del de Ricote, dado que este último conformaba la cabeza principal, aunque dependiente del distrito de Murcia.
El núcleo actual de Blanca se desarrolla hacia el sur del castillo, ocupando las estribaciones del cerro y parte del llano, lo que coincidiría parcialmente con la población andalusí, conocida originalmente como Negra. La fortificación superior es el principal indicativo de que este lugar constituyó un ḥiṣn al mando de varias alquerías, existiendo un núcleo habitado a sus pies que contaba con mezquita y maqbara. Tras la conquista castellana, su nombre cambió por el de Blanca y pasó a ser una de las sedes de la Orden de Santiago desde donde se administraba a la numerosa población mudéjar del valle. Su uso está atestiguado hasta el siglo XVI, aunque en su última etapa ya no representaba un papel defensivo.
En lo que respecta al castillo, su notable deterioro hace muy complicado reconocer el perímetro amurallado completo, sin embargo, los restos conservados presentan tres impulsos constructivos diferenciados que se pueden vincular de forma aproximada con tres momentos distintos:
En primer lugar, numerosos vestigios dispersos permitieron plantear la posibilidad de un espacio fortificado con varias torres y lienzos cuya extensión era mayor a la del castillo conocido actualmente. Este conjunto envuelve varios altozanos y fue levantado con un tipo de tapia por el momento difícil de definir, pudiendo ser un encofrado con gruesa costra y alma más terrosa, aunque en algunos puntos parece calicanto. Destaca, por un lado, una torre situada 45 m al noreste del castillo y sobre un cerro más elevado, tratándose esta de una estructura cuadrangular de 5,00 x 5,60 m y acompañada de otros muros perimetrales.
Por otro lado, y siguiendo posiblemente con este mismo impulso, se reconoce un conjunto de lienzos con torres que se adapta al terreno en el promontorio occidental. En algunos tramos las estructuras están muy deterioradas y solo quedan fragmentos de zócalos de mampostería sobre los que un día se levantaba el alzado de tapia. En el frente septentrional es donde mejor se conserva, ya que presenta cierta regularidad, dos posibles torres intermedias y una torre en el ángulo noroeste. En los frentes occidental y meridional prácticamente no se advierten restos, lo que puede ser un síntoma de haber aprovechado directamente el frente rocoso y escarpado como es costumbre en varios castillos andalusíes de la región. En el interior de este espacio existen algunos restos de estructuras y recortes en la roca, aunque no se ha localizado todavía ningún aljibe.
Estas estructuras se pueden reconocer como un posible complejo defensivo de los siglos XI-XII y vinculado a la población que se desarrolla a sus pies, pudiendo funcionar algún sector como albacar. Se trataría, por tanto, de una fortificación destinada a las tareas de refugio y control del territorio.
En segundo lugar, sobre parte de este espacio amurallado se delimitó un recinto fortificado que aprovechó la obra anterior y consistió principalmente en levantar un frente torreado con el fin de independizar este sector del resto, aunque sigue siendo una incógnita el punto de acceso. Este frente cierra por el este el extremo más occidental de la fortaleza y constituye la fase mejor identificada cronológicamente. El análisis de carbono 14 efectuado en una muestra de aguja de tapial ofreció una horquilla que oscila entre 1180 y 1210, lo que revela una adscripción plenamente almohade. Este flanco es especialmente vulnerable debido a la fácil accesibilidad que brinda la topografía, por lo que no hay duda de que su construcción trató de reforzar la defensa del sector.
La obra consiste en una fachada monumental formada por tres torres y dos lienzos intermedios. Las dos torres de los extremos presentan un frente de 4 m y se proyectan 2,90 m con respecto al muro, en tanto que la torre central es más pequeña (2,35 m de frente y 1,70 de proyección) y parece dar solidez estructural, pues realmente su valor poliorcético no es tan necesario dadas las dimensiones de lienzos intermedios. Su conformación interior no es maciza, sino que albergan cámaras abiertas hacia el interior del castillo, lo que permite habilitar hasta cuatro niveles de uso en las torres extremas, siendo el primero el nivel de la meseta del castillo, el tercero el nivel de camino de ronda de los lienzos y el cuarto la azotea. Por su parte, la torre central únicamente cuenta con tres niveles y está macizada en su parte inferior. Como es habitual en algunos torreones andalusíes, los forjados se apoyan sobre zarpas que reducen el espesor de los muros, solución que además aligera la estructura en las partes más altas. La tapia empleada en esta fase consiste en un calicanto con cajones de 0,80-0,90 m. No hay testimonio de almenado.
Esta obra almohade se diferencia de las estructuras precedentes por el uso de una técnica constructiva diferente, pero también por la ejecución de un proyecto especialmente monumental y con una composición bastante más regular. Asimismo, la forma en que se inserta en el paisaje muestra un intento por dominar el territorio a nivel político-administrativo, lo que también tendría como propósito controlar la producción y los impuestos de la zona, formando así parte del conocido fenómeno fortificador almohade sobre el territorio andalusí. La restauración de 2006 trató de recuperar el volumen de esta estructura.
Finalmente, en tercer lugar, se reconocen varias reparaciones de época bajomedieval tardía que fueron realizadas con mampostería. Estas refuerzan los lienzos de muralla y algunos ángulos y cimientos más dañados por el paso del tiempo, siendo todo ello una manifestación de la ocupación cristiana tras la conquista.
Iñigo Almala