La medina de Rabat se asienta en la margen izquierda de la desembocadura del wadi Bu Regreg, que forma un pequeño estuario que ha sido utilizado como puerto natural desde época antigua. Ya en época romana existió un asentamiento estable, Sala Colonia, en una zona algo más lejana de la costa y abrigada de los vientos marinos, en donde en época meriní se construyó el recinto funerario de Chela. Esta población antigua ubicada en la misma margen izquierda del estuario fue abandonada en el siglo XI a causa de luchas tribales y su población se trasladó a la margen opuesta y junto a la desembocadura del río, dando lugar a la actual población de Salé. Frente a ella, el emir almorávide Yūsuf ibn Tāšfīn levantó un ribat parte de cuyos restos han sido exhumados junto a la puerta de la qasba almohade. En el largo periplo seguido por el mahdi almohade Ibn Tumart y su discípulo y primer califa Abd al-Mumin, Rabat fue escala importante, guardando recuerdo de su paso.
Cuando el primer califa almohade inició la conquista del Magreb antes de lograr someter Marrakech, la capital de los almorávides, Salé y su frontero ribat constituyeron una etapa importante para cuya fecha de sometimiento, aunque existen algunas discrepancias, se acepta el año 1146. Cuatro años más tarde el califa decidió convertir este lugar en su base de operaciones para sus campañas en al-Andalus, no solo por disponer de un puerto, sino por ser el lugar de confluencia de las rutas provenientes de la Península Ibérica, de Marrakech y de Fez, Taza y el Magreb central. Así, ordenó construir sobre el promontorio costero en la margen meridional del estuario del Bu Regreg un ribat al que inicialmente se dio el nombre de Mahdiya, en recuerdo del mahdi Ibn Tumart, y al que abasteció de agua por medio de un acueducto que la traía de una fuente situada a cerca de veinte millas de distancia. En él hizo construir palacios, una mezquita aljama y aljibes para el almacenamiento de agua. Esta fortaleza. que más tarde se convertiría en la qasba de la nueva ciudad, es lo que hoy se conoce como qasba de los Udaya, a causa de la tribu que allí se instaló en fechas ya muy recientes. Posteriormente, ya muerto Abd al-Mumin, la fortaleza recibirá el nombre de Ribat al-Fath, denominación que se extenderá a la nueva ciudad planeada por sus sucesores.
De las construcciones del primer momento almohade se puede suponer que queda la mezquita, aunque muy alterada y gran parte del recinto amurallado. Del palacio califal nada subsiste ya que los restos de una puerta mencionados por Caillé hace casi un siglo no se han conservado. Los restos que con mayor seguridad pueden atribuirse a la primera fundación corresponden a las murallas del recinto que, no obstante, han sufrido numerosas reformas y reparaciones y, muy especialmente, una importante ampliación hacia el sur ya en época alauí que incluye un palacio hoy destinado a museo y los llamados Jardines Andalusíes.. Sin embargo, su trazado parece mantenerse inalterado y al menos amplias partes del recinto pueden atribuirse a la época de su fundación. Su planta tiene forma de trapecio rectangular con tres lados casi ortogonales en los frentes noreste, noroeste y suroeste. De ellos, el noroeste está regularmente torreado, mientras el noreste carece de refuerzos y en el suroeste se sitúa la puerta, la Bab al-Kebir, de construcción posterior y que se describe en lugar aparte. Las torres del frente noroeste son de escasa prominencia y tienen en su mayoría similar altura que los adarves de los lienzos adjuntos.
El frente sureste del recinto presenta un recorrido muy quebrado y aunque gran parte de él ha quedado embebido entre las viviendas de la qasba debido a la ampliación del recinto realizada por los alauíes, su disposición y su fábrica permiten suponer que son de las estructuras más antiguas del conjunto. Destaca de forma especial un tramo de la muralla realizado a base de redientes que permiten seguir una dirección diagonal sin que se precise disponer torres de flanqueo, algo que aparece en otras fortalezas como la alcazaba de Gibraltar. En este tramo las esquinas son de sillería bien labrada en la que en algunas zonas altas alternan hiladas de mayor altura con otras más estrechas, forma de aparejar presente en otras zonas de este recinto. En uno de los frentes que miran al sureste se abre una puerta con un arco de herradura apuntada de muy elegante traza construido igualmente con obra de sillares de buena labra. También es de recalcar la presencia de unas estructuras prominentes en el frente noroeste dispuestas entre dos torres normales, pero que tienen aspecto de contrafuertes, y de los que uno de ellos, en el centro, es de mayor anchura y prominencia. Recordarían la disposición exterior de un muro de qibla si no fuera porque la orientación es la opuesta a la que tendría este elemento de una mezquita. Podrían estar relacionados con algún edificio singular hoy desaparecido, teniendo en cuenta además su cercanía a la mezquita de la qasba. En ellos aparece la típica fábrica de hiladas alternas de mayor y menor altura.
La fundación de Abd al-Mumin, que adquirió durante su gobierno carácter de residencia califal con mucha frecuencia y en la que le llegará la muerte en 1163, se convirtió de la mano de sus sucesores en un gran proyecto de capital del imperio que, no obstante, quedó finalmente frustrado. Aunque la fundación de la gran urbe se atribuye generalmente al nieto de Abd al-Mumin, Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, y se relaciona con la gran victoria de Alarcos en 1197, algunos textos permiten suponer que el proyecto pudo iniciarse en tiempos del segundo califa Abu Yaqub Yusuf, pues tal deseo se cita ya antes de 1191, en el Kitab al-Istibsar.
La nueva ciudad, en el que el primitivo recinto de Abd al-Mumin quedó como alcazaba en su extremo norte, se planificó con una amplitud semejante a la hasta entonces capital del imperio, Marrakech, y superando con creces a la capital del territorio andalusí, Sevilla. El proyecto se inició con la construcción de dos elementos imprescindibles en toda urbe medieval musulmana: las murallas que delimitan el territorio de la medina y la mezquita aljama que constituye su centro neurálgico. El recinto amurallado se diseñó con una muralla que discurre en dirección prácticamente norte-sur y perpendicular a la costa de 3,4 km de longitud que luego quiebra en dirección suroeste-noreste durante otros 1,5 km hasta alcanzar las pendientes del borde del estuario. En todo ese borde no se ha conservado ningún resto de estructura defensiva, salvo en la porción que luego correspondió a la parte del recinto en que se ubicó la población morisca venida de la Península en el siglo XVII y con la que realmente tomó definitivamente cuerpo de ciudad la antigua fundación almohade. Es muy plausible que la paralización del proyecto a la muerte de al-Mansur no permitiera dar remate a las murallas y que solo se ejecutara aquella parte que resultaba más crítica para la defensa del lugar, pensando que quizás en el resto del perímetro habría bastado con construir un muro más sencillo sobre la cresta de los escarpados bordes del estuario.
En este recinto, de proporción bastante alargada en dirección norte-sur, la mezquita se ubicó en un lugar central pero desplazada al borde oriental, junto a los escarpes del estuario, buscando quizás que desde ese punto elevado dominara y fuera vista en un extenso entorno. No en vano se planificó para este enorme oratorio el alminar de mayor tamaño de los realizados por los almohades que sin duda había de servir de hito visual, pero también de atalaya desde la que vigilar y controlar una extensa área, tanto marítima como terrestre.
La muralla está construida mayoritariamente con obra de tapia y cuenta con torres de planta rectangular de entre 5 y 7 m de frente y 3 a 5 m de saliente, ubicadas a distancias que varían entre 30 y 48 m. Las torres son en su mayoría macizas hasta la altura del adarve de los muros que en ellas inciden que suele estar a 6 o 7 m del suelo y generalmente tienen una cámara interior a ese nivel alcanzando una altura total de alrededor de 12 m.
Las murallas que llegaron a construirse en época almohade en los frentes oeste y sur contaron con cinco puertas, todas ellas de carácter monumental, con estructuras complejas que les permitían funcionar como elementos defensivos autónomos, ya que estaban dotadas de espacios interiores con doble acceso, tanto desde el exterior como hacia el interior de la ciudad. Ambos accesos contaban con hojas de cierre que se bloqueaban desde dentro de la puerta. De norte a sur las puertas se denominan Bab al-Alu, Bab al-Had, Bab al-Ruwah, sigue una que no tiene nombre ubicada dentro del actual palacio real, en el frente occidental, y la Bab Zaer situada en el frente sureste. De todas ellas, la que presenta mayor tamaño y monumentalidad es la Bab al-Ruwah, que se sitúa en la zona central de ese frente y de la que debía partir la arteria urbana que conducía más directamente a la mezquita, recorrido que marca un eje ceremonial y militar y que pudo ser en origen el camino que venía desde Marrakech y Safi para dirigirse hacia el norte después de cruzar el Bu Regreg. Esta puerta presenta dos torres de flanqueo y un recorrido interno con cuatro recodos. Los giros se realizan cada uno en espacios sucesivos comunicados a través de arcos. Las otras puertas se sitúan simétricamente respecto de esta, de modo que aproximadamente a un kilómetro hacia el norte está la Bab al-Had y hacia el sur la puerta del palacio real que tienen similar configuración. Estas también cuentan con cuatro recodos, pero con espacios más reducidos y con la particularidad de tener las torres de flanqueo ochavadas. Finalmente, la Bab al-Alu y la Bab Zaer resultan de menor tamaño y pese a obligar también al viandante a realizar cuatro giros, estos se realizan en dos salas paralelas con la diferencia de que, en el primer caso, la segunda sala no tiene cubrición y es más propiamente un patio, mientras que en el segundo las dos salas están cubiertas con bóvedas de cañón.
De todas estas construcciones solo la Bab al-Ruwah posee una rica decoración geométrica, vegetal y epigráfica, marcando con ello su preeminencia. Todas ellas han sufrido reformas, seguramente ya en época alauí, consistentes en la colocación de parapetos en las terrazas dotados de aspilleras y troneras para el uso de armas de fuego que seguramente sustituyeron al almenado original. Salvo la Bab al-Alu y no sabemos si la del palacio real, también han sido objeto de modificaciones en sus arcos de acceso, reduciendo su tamaño para facilitar la colocación de hojas de carpintería de dimensiones más apropiadas a las necesidades de uso y defensa, aunque haya ido en detrimento de las proporciones más armoniosas de los aros originales. La construcción de estas estructuras se hizo con materiales de buena calidad. Cantería de piedra calcarenita local que permite una buena labra en esquinas, jambas, arcos y paramentos decorados y algunas bóvedas, y mampostería irregular enfoscada o de sillarejos con rejuntados salientes en otros casos. Estudios pormenorizados de estas construcciones pueden verse en las correspondientes secciones de este Atlas.
Sin duda a la vez que se construía el gran recinto de la ciudad, también se levantaría una nueva puerta para la qasba, la Bab al-Kebir, de semejante prestancia a la Bab al-Ruwah, igualmente con rica decoración geométrica, floral y epigráfica, tanto en su puerta externa como en la que da frente al interior del recinto. En este caso la estructura interna es más sencilla y la trayectoria de quien accede a través de ella presenta un solo quiebro, aunque posiblemente fuera necesario realizar otros giros en el exterior al tener que llegar a su frente por un lateral a causa de la existencia de un foso.
Finalmente, el proyecto de gran capital del imperio quedó frustrado tras la muerte del califa Yaqub al-Mansur ya que con su sucesor se inicia el declive del poder almohade. La mezquita quedó inacabada y el recinto amurallado no llegó a completarse en todo el sector oriental que mira al Bu Regreg. Pero sobre todo, lo que parece que en absoluto llego a establecerse en ese inmenso espacio definido por el recinto amurallado, fue una población sedentaria suficiente y con residencia duradera como para constituir una urbe. Más bien puede deducirse que el uso inicial de este recinto fue congregar y acoger el ejercito que debía partir en las campañas militares y que solo constituía una población temporal. Habrá que esperar a los inicios del siglo XVII para que un contingente de moriscos expulsados de España se asiente en la parte más septentrional del recinto almohade que aislaron del resto mediante una muralla que apenas acota un tercio de su superficie, incluyendo una extensa zona junto al litoral destinada a cementerio. Solo en el siglo XX, con el establecimiento de Rabat como capital del Protectorado francés, se llegará a urbanizar y ocupar la totalidad del enorme recinto previsto inicialmente.
La superficie que ocupa la qasba almohade de Rabat es de 3,3 Ha con un perímetro de 885 m, mientras que la medina disponía de 429 Ha con un perímetro de 10.400 m. De este perímetro se amuralló en época almohade 5.000 m, prácticamente la mitad, correspondiendo el resto al frente marítimo y del estuario del Bu Regreg, en donde no se conservan restos de muralla de esta época.
Antonio Almagro