En la zona noreste del llamado Alcázar de los Reyes Cristianos, probablemente el núcleo de acceso más restringido del alcázar califal y del de época almohade, hay un pequeño ḥammām que sin duda estuvo ligado al palacio con jardín de crucero que ocupa la mitad occidental de este recinto. Este pequeño baño se vio prácticamente sepultado por la construcción de la sala del Tribunal cuando este alcázar se convirtió en sede y prisión de la Inquisición en Córdoba. Este gran salón que hoy se conoce como “salón de los mosaicos”, se construyó antes de mediados del siglo XVII sobre las salas húmedas del baño y sobre su zona de servicio aprovechando que todas sus estancias estaban abovedadas, aunque ello supuso la cancelación de su sistema de iluminación y de evacuación de humos.
Las salas del baño, convertidas en celdas de la prisión y recuperadas en la segunda mitad del siglo XX como parte del monumento, se agrupan de forma compacta siguiendo un esquema en ángulo, parecido al que se adoptó en el baño almohade del Campo de los Mártires. Hoy se accede a estas salas a través de un pequeño patio que seguramente ocupa parte de lo que debió ser la sala de reposo y vestuario. Se entra al interior por una puerta que atraviesa una gruesa estructura de fábrica en la que se forma un pequeño cubículo entre dos puertas que seguramente es una consecuencia de la construcción de la sala del Tribunal, que se decidió hacer más larga de lo que ocupaba el baño y sus locales de servicio. A través de un recodo con giro a la derecha se entra a una sala de planta rectangular alargada, cubierta con bóveda de medio cañón perforada por lucernas hoy cegadas, que tendría la función de sala fría. El muro meridional de esta sala está en gran parte recompuesto, pues el intradós de la bóveda no enlaza correctamente con su paramento. En el frente opuesto, aparte de la puerta de acceso hay otra puerta que comunica con la sala templada y un hueco a modo de ventana que también comunica ambos espacios. Este último es sin duda una apertura realizada cuando estas salas sirvieron de celdas de la prisión.
La sala templada, de planta más amplia y dirección perpendicular a la anterior, tiene bóvedas de arista también con lucernas. En su lado oeste posee un espacio satélite a modo de pequeña alcoba cubierta con bóveda de cañón. Por una puerta en el lado este se pasa a la sala caliente que tiene forma muy alargada en dirección norte-sur. Se cubre con una bóveda de cañón también perforada por lucernas dispuestas en su clave, igualmente cegadas. La pared oriental de esta sala presenta tres arcos, de los que el central es de mayor tamaño. Los dos laterales dan paso a nichos ocupados por piletas de agua. El más meridional aún conserva su antepecho constituido por una gran pieza de mármol. El arco central comunicaba con la sala del horno, aunque en su origen estaría cerrado por un tabique de pequeño espesor. Hoy está cegado en su parte baja mientras en la alta tiene un amplio hueco que se cierra con un muro que en origen no existiría. Tras él hay un espacio alargado, de dimensiones y disposición similares a la sala caliente, que estaría destinado a la caldera y el horno que calentaba el agua y el hipocausto que sin duda existe bajo el suelo de aquella sala. Otros dos espacios alargados, dispuestos en dirección perpendicular y cubiertos como el anterior con bóvedas de cañón, serviría para almacenar el combustible usado para calentar el baño.
Aunque este baño se ha venido considerando de construcción cristiana, pensando que formaría parte de las obras realizadas en tiempos de Alfonso XI en este recinto del alcázar cordobés, las excavaciones y los estudios recientes realizados en el llamado patio de las Mujeres, y la consideración de las tipologías de todas estas construcciones han llevado a pensar que muy probablemente debieron formar parte del alcázar almohade, tras las importantes actuaciones que se acometieron en el siglo XII en la que fuera capital de los califas omeyas de Córdoba. El palacio con patio de crucero situado en la mitad occidental de este recinto debió ser la residencia principal del alcázar en época almohade y tiene toda lógica que esta morada contara con un baño, aunque fuera de reducidas dimensiones.
Antonio Almagro