Según Rawḍ al-Qirṭās, la ciudad de Fez cayó en 1145-46 en manos de los almohades después de siete meses de un duro asedio durante cuyo transcurso se destruyó parte de la muralla. Además, según las fuentes, ʿAbd al-Muʾmin ordenó posteriormente derribar las murallas, que al parecer no fueron reconstruidas hasta mucho más tarde por parte de los califas al-Manṣūr (1184-1199) y al-Nāṣir (1199-1213), quienes intervinieron en la obra de la alcazaba (Ibn Abī Zarʿ, al-Anīs al-muṭrib bi-rawḍ al-qirṭās, p. 189; al-Ǧaznāʾī, Ǧanà Zahrat al-Ās, p. 43). De tal forma, es posible que el perímetro amurallado que ha llegado hasta nuestros días coincida en gran medida con el configurado en época almohade, incluyendo así las puertas de Bāb al-Gīsa, Bāb Banī Msāfer, Bāb al-Futūḥ, Bāb al-Ḥamrāʾ, Bāb al-Ǧadīd, Bāb al-Ḥadīd y Bāb al-Šarīʿa.
Esta última puerta (Bāb al-Šarīʿa) tomaba posiblemente su nombre del oratorio exterior situado tradicionalmente en este costado de la ciudad; sin embargo, fue renombrada a principios del siglo XIII como Bāb al-Maḥrūq debido al rebelde al-ʿUbaydī, quien fue quemado y su cabeza colgada en dicha puerta. Así nos los transmite Ibn Abī Zarʿ en Rawḍ al-Qirṭās:
“En ese mismo año (600 H / 1203-1204) se levantó al-ʿUbaydī en los montes de Warga, pero [Muḥammad al-Nāṣir] lo venció, lo mató y colgó su cabeza sobre la Bāb al-Šarīʿa de la ciudad de Fez, quemando su cuerpo en medio de la puerta. Eso fue el día que se completó la construcción de la puerta mencionada y se montaron sus batientes, por lo que fue llamada Bāb al-Maḥrūq” (Ibn Abī Zarʿ, al-Anīs al-muṭrib bi-rawḍ al-qirṭās, p. 271).
El mismo testimonio es recogido por la crónica Al-Ḏaḫīra al-saniyya con un relato semejante, aunque aportando algunos matices:
“Colgó su cabeza sobre la Bāb al-Šarīʿa y quemó su cuerpo en medio de esta puerta después de crucificarlo durante 15 días. Su quema tuvo lugar el mismo día en el que se concluyó la reconstrucción, construcción y reparación de la muralla de la ciudad e igualmente se concluyó la construcción de la puerta mencionada, que fue llamada Bāb al-Maḥrūq debido a la quema de al-ʿUbaydī en ella justo el día en que se terminó la obra” (Al-Ḏaḫīra al-saniyya, p. 38).
De este modo, el cambio de denominación, las labores de reconstrucción y la obra arquitectónica del califa al-Nāṣir en un momento avanzado del periodo almohade estarían evidenciando que se trataba de una reforma que sustituyó o complementó a un sistema defensivo preexistente en este punto de la ciudad. Y, aún más, se podría considerar que la estructura de la puerta que ha llegado hasta nuestros días podría corresponder con la levantada en 1203-4.
La puerta de al-Maḥrūq se localiza en la orilla de al-Qarawiyyīn, donde defiende el extremo occidental de la ciudad y sirve de cabecera para su arteria principal (Talaa l-Kbira). Este sector es de gran interés histórico, ya que se sitúa inmediato a los solares de las antiguas alcazabas creadas por almorávides y almohades; sin embargo, dichas alcazabas se encuentran actualmente desmanteladas e incluso se desconoce la trayectoria original del cercado que las separaba internamente con respecto a la medina. Ahora bien, sí parecen conservar la muralla exterior, que forma parte del amurallamiento general de Fez.
Al margen de la complejidad de este sector de la ciudad, el contexto directo en el que se encuentra integrada la puerta corresponde con la propia muralla, donde Bāb al-Maḥrūq fue construida en una cremallera del muro que podría existir con anterioridad al proyecto de la puerta almohade. Esta suposición no solo se puede advertir en las fuentes escritas anteriores, sino que, además, es insinuada por la planta del conjunto. En este sentido, tras una observación arqueológica, las alineaciones de los lienzos de muralla no coinciden con la orientación general de la puerta, pero existe un espacio en el interior de la puerta que parece haber absorbido parcialmente la directriz de uno de los lienzos. Por todo ello, se consolida la hipótesis de que la puerta fue construida en un segundo momento adaptándose así a la muralla y, además, existe la posibilidad de que el quiebro de la muralla estuviese ya provisto de un torreón que fue aprovechado posteriormente para flanquear el acceso.
En lo que respecta a la puerta, se trata de una obra monumental que, aparte de acomodar un acceso, conforma un auténtico bastión prismático proyectado hacia el exterior de la muralla, lo que sin duda reforzaría considerablemente la defensa de este costado de la ciudad especialmente vulnerable ante ataques desde la colina situada al norte. En cuanto al recorrido interno que plantea la puerta, consiste en una sucesión de cinco crujías y un único recodo. De esta forma, en los extremos se hallan, como de costumbre, la pareja de vestíbulos que permiten abatir las hojas y blindar así de forma autónoma la puerta en caso de asedio. Seguidamente, en sentido exterior-interior, se encuentra una estrecha crujía tras el primer vestíbulo y, a continuación, el espacio central del edificio, que consiste en una sala cuadrada con especial significación, ya que no solo sirve para articular el recodo de circulación, sino que, además, se eleva por encima del resto del edificio y fue cubierta con una gran bóveda de arista. Por último, entre este espacio y el segundo vestíbulo que da ingreso a la medina se halla un patio igualmente cuadrado que ha sido recientemente cubierto con una linterna de carpintería. En general, todos los vanos que sirven de conexión entre todos estos espacios, al igual que algunos de los arcos que delimitan a los dos espacios intermedios de planta cuadrada, son semejantes en geometría (herradura) y dimensión. En cuanto al arco que cierra el patio por el sur con respecto al vestíbulo interior, presenta en la actualidad un refuerzo a base de jabalcones y una rosca parcial que alteran su geometría y disminuyen su apertura. No obstante, se trata de una intervención posterior. Finalmente, la planta del edificio se completa con un espacio de planta trapezoidal que, como ya se ha adelantado anteriormente, parece ser el principal testimonio de adaptar el proyecto de la puerta almohade a la muralla preexistente. Más aún, este espacio sirve de paso para llegar a la escalera, que fue integrada en el interior del torreón y permite acceder a la azotea almenada.
En cuanto a su materialidad, la obra de la puerta recurrió de forma predominante al ladrillo, especialmente en sus dos fachadas principales y la estructura interior (pilares, arcos y bóvedas). En concreto, el muro en el que se integra el vano exterior de acceso desde el exterior (frente occidental) recurre a la fábrica de ladrillo, pero, además, emplea una fábrica mixta (hiladas de mampostería y verdugadas de ladrillo) para los paramentos situados a los lados del arco. De tal forma, contrasta con las murallas y el torreón que, a pesar de la restauración de hormigón, parecen ser de tapia, lo que de alguna forma no hace sino reforzar la diferenciación entre ambas fases históricas (sistema amurallado y puerta). Por último, un elemento notable de Bāb al-Maḥrūq es el uso de bóvedas tabicadas en el vestíbulo exterior y la primera crujía adyacente a este. En el vestíbulo se trata de una bóveda sencilla de perfil rebajado, pero en la crujía siguiente consiste en una obra más compleja, ya que se trata de una bóveda esquifada con arista en el centro. Asimismo, se recurrió a esta técnica para la pareja de pequeños arcos que flanquean esta crujía en sus lados menores (norte y sur).
Íñigo Almela