El castillo de Reina se levanta sobre la cima de una montaña que forma parte de las primeras estribaciones de Sierra Morena dominando la Campiña Sur extremeña. Ubicado a escasa distancia del emplazamiento de la antigua ciudad romana de Regina Turdulorum, controla el camino que desde Badajoz y Mérida se dirige hacia Córdoba, así como pasos de la sierra hacia Sevilla.
La actual fortaleza amplió otro castillo anterior citado en textos medievales como "Castillo Viejo", del que quedan algunos restos en la zona más alta del recinto, y que a su vez parecen haber aprovechado un antiguo oppidum romano. En 1185 Alfonso IX se hizo con esta fortaleza, que poco después fue reconquistada por los almohades. Tras la victoria de Alarcos en 1195, el califa Abu Yusuf Yaqub al-Mansūr emprendió la fortificación de todo el territorio al sur del Tajo, a cuyo proceso hay que atribuir la construcción de las murallas de la fortaleza que hoy vemos. El recinto albergó una población en su interior, algunos de cuyos restos pueden verse en la zona oriental.
La planta del recinto tiene una forma irregular que recuerda a un trapecio, con un frente rectilíneo en el suroeste, que sería su base. La muralla es toda de obra de tapia de hormigón de cal y tierra, levantada sobre un zócalo de mampostería. Quince torres macizas refuerzan el perímetro, en su mayoría de planta cuadrada o rectangular. En el frente noroeste se dispuso una torre albarrana de planta aparentemente octogonal, ya que sus caras externas se encuentran enormemente erosionadas. Lo más singular de la poliorcética de este castillo es que en las esquinas de ese trapecio no se disponen torres mayores sino retalles en ángulo cóncavo de modo que dos torres y dos lienzos ocupan los vértices norte, oeste y sur, mientras en el frente este la muralla sigue un trazado curvilíneo sin apenas quiebros.
La entrada primitiva al recinto parece que se dispuso en el extremo septentrional a través de una gran torre o estructura compleja que alberga un paso en recodo con doble puerta, exterior e interior. Solo se ha conservado esta última formada por un doble arco entre cuyas jambas quedaban alojadas las hojas de la puerta cuando estaba abierta. La puerta exterior debió quedar amortizada en una transformación posterior en el que el pasaje del acceso se convirtió en sala elevándose su suelo que originalmente presentaría rampa. La puerta exterior se abría hacia el noreste, lugar que quedaba resguardada por la muralla contigua y en donde se aprecia un arco de ladrillo tapiado. El interior de la estructura presenta un corredor con tres arcos fajones de ladrillo que delimitan cuatro espacios sucesivos, hoy con pavimento horizontal, aunque en su origen debió ser en rampa. Desde el segundo arranca una escalera que permitía la subida al piso alto, seguramente agregado en época cristiana, y en todo caso a la terraza del edificio que albergaba la puerta. En algún momento posterior se abrió una puerta de entrada directa protegida por un pequeño recinto exterior a modo de barbacana al lado de la estructura de la puerta original, que quizás en ese momento quedó convertida en torre del homenaje de la fortaleza y ya sin función de facilitar el acceso. Bajo la puerta de entrada, se conserva un aljibe con bóveda apuntada y arcos fajones dispuestos sobre pilastras.
La fortaleza dispuso de un sistema de alertas por medio de atalayas que permitían el adecuado control del territorio.
La Reconquista de la Campiña Sur extremeña la llevó a cabo Fernando III a mediados del siglo XIII, con la colaboración muy sobresaliente de la Orden Militar de Santiago que recibió en recompensa gran parte del territorio con sus fortalezas. Dentro del proceso de abandono de estas a lo largo de la Edad Moderna, la población pasó a asentarse al pie de la montaña, en proximidad a los terrenos de cultivo, dando comienzo al progresivo deterioro de las murallas y torres. Entre 2003 y 2010 se realizaron importantes obras de restauración que han permitido recuperar parte de la silueta y formas de esta imponente fortaleza.
Antonio Almagro