El llamado Alcázar de los Reyes Cristianos es un recinto situado en el extremo suroeste de la ciudad histórica, lugar que contiene importantes restos que ilustran la historia de la ciudad de Córdoba prácticamente desde la antigüedad hasta nuestros días. Aunque el actual recinto se ha venido considerando obra cristiana atribuida al monarca Alfonso XI, las excavaciones llevadas a cabo en su mitad oriental han puesto de manifiesto la existencia de construcciones en este emplazamiento desde época romana y tardo-antigua, con importantes restos califales y una potente intervención en época almohade que hace pensar que parte importante de las estructuras del recinto que hoy vemos, quitando las torres que sí son claramente cristianas, obedecen seguramente a esta actuación del siglo XII que incluyó, entre otras cosas, la construcción de una residencia palatina de notoria importancia.
El recinto almohade que incluía un palacio y al menos otra unidad residencial además de un ḥammām, fue la parte del alcázar que los reyes castellanos reservaron para su residencia reforzando sus defensas y redecorando sus estancias, aunque seguramente sin apenas transformar su estructura interna. La residencia regia se convirtió a comienzos del siglo XVI en sede del Tribunal del Santo Oficio siguiendo similar pauta a lo ocurrido en otras residencias regias como la Aljafería de Zaragoza. Desaparecido este tribunal, la prisión de la Inquisición pasó a convertirse en prisión provincial, uso que se mantiene hasta mediados del siglo XX cuando pasa a manos del Ayuntamiento que inicia un proyecto para convertirlo en palacio de congresos, proyecto que nunca llegó a culminarse. En la liberación de la parte occidental del recinto aparecieron los restos de un jardín de crucero con sendas albercas en los extremos de los andenes longitudinales y con una plataforma en forma de rombo en el cruce de ellos.
La excavación practicada en los años 1960 no aportó demasiada información de detalle y la restauración realizada del jardín, sus andenes y las albercas no permiten tampoco una relectura que aporte más información. En todo caso, si puede interpretarse que en el lado septentrional las construcciones tardías de la Inquisición hicieron desaparecer en la práctica los restos del salón que allí debió levantarse quedando solo la alberca. Sin embargo, en el lado sur se conservan los muros perimetrales de un típico salón alargado, del tipo característico de los palacios andalusíes, dispuesto transversalmente y con alhanías en sus dos extremos. En sus paredes aparecen decoraciones pintadas con motivos heráldicos que representan las armas de Castilla y León y que ha sido una de las causas de denominar a este espacio como “patio morisco” y considerarlo de construcción cristiana. Pero la tipología y el contexto permiten aventurar que este conjunto áulico pudo ya existir antes de que la ciudad de Córdoba pasara a manos cristianas y que en realidad sería la residencia principal del alcázar almohade construida dentro del recinto más interno de la alcazaba y que ofrecía por tanto la mayor seguridad a sus moradores.
El salón meridional ocupa un rectángulo de 21,80 x 5,30 m con una entrada en su lado norte de la que no es posible saber si estuvo formada por un gran arco o por un grupo de dos o de tres. Por las dimensiones del hueco y la época que consideramos para su construcción parece más lógico pensar en alguna de estas últimas opciones. Otro hueco que existe en el muro meridional es sin duda una puerta tardía. Como se ha dicho, en cada extremo del salón existen unas zonas marcada por una sobreelevación del pavimento y por dos machones que a modo de jambas marcan la presencia de un filtro que estaría formado por un gran arco o por un grupo de ellos, igual que hemos dicho para el vano de acceso. Estos espacios, estaban destinadas al reposo o a actividades que requerían mayor intimidad dentro de este espacio de uso multifuncional, como son estas salas de las residencias andalusíes. Por la distancia existente entre la puerta del salón y la alberca que existe delante, así como por las características generales de esta tipología arquitectónica, se puede deducir que delante del salón existió un pórtico del que desgraciadamente no se detectó ningún resto en la excavación de este patio. No obstante, podemos suponer que pudo estar formado por un gran arco central y triples vanos a ambos lados soportados respectivamente por pilares y columnas, la composición más característica en los palacios de esta época. Algo que llama la atención y resulta ciertamente anómalo, es el que el salón no se extienda a la totalidad de la anchura del patio y deje dos pasillos a ambos lados que comunican con espacios o dependencias que existirían a sus espaldas y que desconocemos por mantenerse en esa zona estructuras de la antigua prisión, hoy rehabilitadas. Aunque ya hemos dicho que en la zona norte del patio no se conserva ningún resto del salón que sin duda allí también existió, podemos suponerlo prácticamente simétrico al antes descrito. Este salón con su pórtico y la alberca que los precede estaba a una cota cerca de medio metro más alta que el resto del jardín y que el salón meridional adaptándose a la pendiente natural del terreno.
El patio está delimitado al oeste por la muralla del recinto mientras al este un muro que delimita una crujía que se desarrolla de norte a sur divide el espacio interior del alcázar en dos mitades de superficie parecidas. En la muralla oeste existe una puerta con forma de arco de herradura apuntado cuyo umbral se encuentra a más de dos metros de altura sobre el andén del jardín, aunque por el exterior sí se halla a nivel del suelo porque el terreno asciende hacia el norte. No se ha conservado el arco exterior y la fábrica que acompaña al hueco plantea incógnitas sobre la forma que pudo adoptar. No está claro qué función tuvo esta puerta.
La parte oriental del recinto tiene una estructura más compleja y menos explícita. Este sector se conoce como el Patio de las Mujeres, denominación que sin duda viene de ser el sector de la prisión dedicado a las reclusas femeninas. Aquí fueron demolidas casi todas las construcciones de la prisión salvo en la zona más septentrional en que se conserva parte de lo añadido en los siglos XVI-XVII. En este extremo norte hay un baño que sin duda formaba parte de complejo residencial palatino del que también debían formar parte, además del palacio principal otras unidades residenciales de las que al menos se identifica otra más. El baño se conserva relativamente íntegro, a pesar de haber quedado sepultado tras la construcción de la sala del Tribunal que más tarde se convirtió en capilla de la prisión. Se conservan todas las salas húmedas que estaban abovedadas habiendo desaparecido la sala de reposo/vestuario, algo bastante habitual en la pervivencia posterior de estas estructuras cuando pierden su primitiva función.
Contiguo al baño, hacia el sur, se puede identificar otra unidad residencial gracias a la presencia de una sala alargada situada en la parte meridional de un patio, que puede interpretarse como sala doméstica por contar con una doble puerta, algo bastante habitual en los salones principales de las viviendas del siglo XII en al-Andalus. El patio contiene una alberca descentrada respecto al acceso al salón y cuya cota, sobre elevada respecto al umbral de este, plantea muchas dudas en relación con la cronología relativa de ambas estructuras. Por la parte más oriental de este sector del alcázar discurre una atarjea a la que sin duda verterían las aguas residuales del baño y las pluviales de todos los ámbitos de este sector. A ella confluyen otros desagües que iban recolectando estos fluidos.
Las estructuras almohades localizadas más hacia el sur son difíciles de interpretar. Sólo puede saberse que para su construcción se amortizaron y terraplenaron construcciones de época califal las cuales a su vez sepultaron otras estructuras de época romana y tardo antigua en una continua superposición. Entre las obras que quedaron amortizadas se encuentra la muralla que cerraba la ciudad por el lado del río en esos primeros periodos de ocupación.
Lo que sí se ha conservado, y es muestra de que una parte considerable de las murallas del recinto son de época almohade, es lo que debió ser su puerta principal, que abre hacia el mediodía en dirección al río, aunque quedaba protegida por el recinto más externo de la alcazaba almohade. De esa puerta apenas quedan vestigios en su frente externo al haber sido objeto de una completa refacción barroca, convirtiéndola en una puerta de forma rectangular con dintel recto adovelado flanqueada por dos columnas dóricas con semi-frontones curvos partidos rematados con pináculos de forma bulbosa. Entre ambos hubo un balcón. Sólo algunos sillares almohadillados atestiguan que parte de la fábrica del muro son de época almohade. Lo que sí persiste de la antigua puerta son las jambas del arco interior con las que se enrasaban las hojas de cierre de la puerta cuando esta estaba abierta, así como una zona mucho más amplia que la visible en la cara externa, con fábrica de sillería almohadillada con la que estuvieron hechos ambos frentes de la puerta. Aparentemente esta era de acceso directo, con doble arco entre cuyas jambas se alojaban las hojas de cierre como ya se ha dicho y con una bóveda de cañón cubriendo el espacio entre los arcos. El arco interior del que se conserva una de sus jambas y parte del alfiz, se ha reconstruido como de herradura circular, aunque no se conserva ninguna dovela original. Si bien puede resultar chocante atribuir esta fábrica almohadillada a época almohade, conviene recordar que labra de sillares con almohadillado se encuentra en la base de la Giralda, y también en el perfilado de las aristas del alminar de la gran mezquita de Rabat denominada la Torre Hassan.
Como ya se ha dicho, este recinto en cuyo subsuelo subsisten estructuras de épocas diversas, fue el resultado de una importante actuación abordada en la segunda mitad del siglo XII con el fin de ubicar en él la residencia principal de los gobernadores almohades. Sin duda, ese palacio fue el que los reyes de Castilla utilizaron igualmente como su lugar de habitación en la ciudad reconquistada, en el que realizaron algunas transformaciones, sobre todo en su ornamentación y en la mejora de sus defensas, pero respetando la organización del palacio islámico hasta la cesión del mismo al Santo Oficio, momento en que se inició la transformación el mismo hasta la casi completa desaparición de sus restos islámicos que solo en el siglo XX comenzaron a ser recuperados.
Pese al abandono del plan inicial almohade que pretendió restablecer en Córdoba la capitalidad de al-Andalus por cuestiones de conveniencia estratégica y por la mejor situación de Sevilla por su proximidad al Magreb, ello no impidió que la antigua capital califal conociera un nuevo resurgir. Dentro de este, la renovación de la sede del gobierno con la construcción de nuevas residencias para los walí-es fue sin duda una de las tareas emprendidas por los unitaristas. Las crónicas también recogen la existencia del Qaṣr Abū Yaḥyā, construido junto al río por el hermano de Abū Yā‘qūb Yūsuf, cuya ubicación precisa se desconoce, aunque se ha sugerido que pudo estar situados sobre la Albolafia o gran noria situada a escasa distancia de Alcázar que venimos de describir.
Antonio Almagro