La mezquita al-Qarawiyyīn experimentó una reconocida expansión durante el periodo almorávide que estuvo acompañada de un programa decorativo de gran peso; sin embargo, parece que la intervención del califato almohade no fue tan significativa y se limitó a la construcción de algunas obras hoy desaparecidas como cúpulas frente a algunas puertas o una fuente en el patio. No obstante, para el gobierno de al-Nāṣir se conoce también la construcción de una mīḍāʾa que constituye una de las principales aportaciones del momento y que fue detalladamente recogida por las crónicas locales como Zahrat al-ās de al-Ǧaznāʾī y Rawḍ al-qirṭās de Ibn Abī Zarʿ (ambas del siglo XIV). Ahora bien, la segunda de estas dos crónicas contiene una contradicción cronológica, ya que señala como fecha de construcción el año 1180, siendo esta fecha anterior al gobierno de al-Nāṣir.
Así, ambas fuentes nos transmiten que un personaje particular adquirió un funduq situado frente a la puerta de Bāb al-Ḥufā y, tras demolerlo, emprendió la construcción de una sala de abluciones (dar al-wuḍūʾ). Posteriormente compró el derecho sobre un nacimiento de agua y solicitó permiso al califa al-Nāṣir para poder conducir el agua por las calles de la ciudad. En lo que se refiere a la captación hidráulica, el texto de Rawḍ al-qirṭās describe con detalle la búsqueda de una fuente de alta calidad y la trayectoria de la conducción por la ciudad hasta llegar a la sala de abluciones, lo que se hizo por medio de tuberías cerámicas (qādūs) y arquetas de regulación. Este suministro abastecía además de la sala de abluciones, varios puntos del entorno como la pila de Bāb al-Ḥufā e interiormente se distribuía en el edificio con tuberías metálicas que llegaban hasta la pila central del atrio y a cada una de las piletas individuales de las cabinas.
Tal como indican las fuentes, la sala de abluciones conservada se halla frente a la puerta de Bāb al-Ḥufā de la mezquita y su descripción concuerda de forma impecable con lo detallado por al-Ǧaznāʾī. Únicamente hallamos divergencias en algunos elementos que parecen haber desaparecido. Se trata de un edificio articulado en torno a un atrio de planta rectangular y rodeado por cuatro crujías en las que se acomodan hasta 15 cabinas. De este modo, en el centro del atrio se halla una gran pila de agua que sirve a los fieles para sus abluciones, mientras que las cabinas albergan letrinas individuales. En cuanto a la pila, pudo ser originalmente de piedra roja y cuenta con un canal perimetral al que se derraman las aguas usadas. Por último, la sala de abluciones se completa en su costado meridional con un corredor en recodo que, a modo de zaguán, permite acceder desde la calle sin comprometer la privacidad de los usuarios.
El diseño que confiere monumentalidad a este edificio consiste básicamente en desarrollar con una mayor altura el atrio, de forma que este espacio contrasta con las crujías perimetrales. De hecho, las fachadas interiores del atrio son especialmente significativas a nivel compositivo y funcional, ya que no solo conforman alzados dinámicos sino que también controlan la iluminación y ventilación en distintas direcciones. En la parte inferior se hallan dos niveles de vanos relacionados con las cabinas, es decir, primero las puertas y, seguidamente, las ventanas individuales que se encuentran a una cota ligeramente más alta. A continuación, tres de los frentes disponen de series de grandes ventanas que sirven para iluminar el atrio y fueron decoradas con arcos de yeso, empleándose en su diseño un perfil lobulado de formas vegetales. Finalmente, sobre estas ventanas discurre una nacela de poco vuelo y una nueva serie de pequeñas ventanas rectangulares.
En lo que respecta a los elementos que fueron descritos por al-Ǧaznāʾī y que han podido desaparecer, destaca una cúpula de mocárabes de yeso, pues actualmente el atrio está únicamente cubierto con una armadura de madera. A priori, puede achacarse al autor un desliz; sin embargo, existen motivos para reconocer una posible transformación histórica y, por ende, la veracidad del texto. Tal como se puede observar, sobre las ventanas grandes que iluminan el atrio permanece una nacela horizontal de perfil incierto y una serie de ventanitas superiores que resultan en cierto modo innecesarias al contar el atrio con los grandes ventanales inferiores. De hecho, el modelo de sala de abluciones ante el que nos encontramos se manifiesta en otros casos como, por ejemplo, la mīḍāʾa almohade situada en al-Andalusiyyīn, donde por encima de los ventanales se encuentra directamente el techo de carpintería. Finalmente, contamos con la observación de Terrasse, quien asegura que antes de una de las restauraciones todavía se apreciaban restos de adarajas. Por todo ello, creemos importante contemplar la posible existencia de una bóveda de mocárabes previa que arrancaría en el nivel de la nacela, confiriendo así sentido a las ventanitas superiores, que, como ocurre en algunas ocasiones, servirían para ventilar la cámara de aire situada entre la bóveda de mocárabes y el techo de madera superior. Se desconoce el motivo de su desaparición, pero, de ser así, la cubrición del atrio habría sido reemplazada por una armadura superior asentada en la parte más alta.
Realmente, el techo que cubre el atrio hasta hoy es una pieza verdaderamente notable, ya que sus características ornamentales animan a pensar en una factura almohade. Su diseño consiste en una armadura de par y nudillo con limas moamares, arrocabe, tirantes de doble sección, canes, cuadrales, tablazón con labor de menado y almizate apeinazado. Todos estos elementos pueden ser comunes de un gran intervalo de tiempo para España y Marruecos entre los siglos XII y XVI; no obstante, son algunos detalles, además del origen almohade del edificio, los que podrían servir para asociar la armadura con dicho periodo. Por un lado, los arquillos vegetales de perfil austero que decoran los tirantes y aliceres, y, por otro, los peinazos del almizate, que presentan una semejanza notable con algunas armaduras de la Kutubiyya.
Finalmente, cabe mencionar la sofisticada instalación hidráulica descrita por al-Ǧaznāʾī, que, renovada en el curso de las restauraciones, ha sustituido los antiguos surtidores de agua y piletas con los que contaba cada cabina por grifos y lavabos de producción industrial. Con todo, la cabina situada en el ángulo sureste todavía sigue conservando hoy un registro al antiguo sistema de suministro hidráulico desde el que se distribuía el agua a todas las tomas del edificio.
Iñigo Almela