La ciudad de Écija remonta sus orígenes como población estable y con entidad a la época romana cuando se funda la Colonia Augusta Firma Astigi en el actual emplazamiento de su centro histórico. En época islámica se la cita como Istiŷa (o Astiŷa), capital de una cora o provincia ya desde época emiral y califal. Situada a orillas del río Genil y rodeada de un vasto y rico territorio agrícola, fue bajo dominio musulmán la ciudad más extensa de la cuenca del Guadalquivir, si exceptuamos las dos capitales califales, Córdoba y Sevilla. Pasó a manos cristianas en 1240 por conquista de Fernando III.
La ciudad medieval que perdura en el centro histórico actual refleja la antigua estructura de la colonia romana distinguiéndose con bastante claridad los antiguos cardo y decumanus, y el antiguo foro en la plaza mayor actual. En el resto del callejero la trama hipodámica se ha diluido. El perímetro externo de la ciudad también refleja una forma previa rectangular, derivada hacia un trapecio de lados no siempre rectilíneos. La primitiva cerca romana fue demolida por Abd al-Rahman III como represalia al apoyo prestado por la población a Ibn Hafsun y probablemente no se reconstruyó hasta la segunda mitad del siglo XII, ante el inicio de incursiones cristianas en el valle del Guadalquivir. La muralla que hoy se conserva de forma muy fragmentada y en gran medida incrustada en el caserío, es de tapia calicostrada con torres en su mayoría rectangulares, dispuestas a intervalos de unos 40 a 50 m. Recientes excavaciones han puesto en evidencia la existencia de un antemuro y de foso, pese a que en el frente oriental y por el noreste el río hacía de foso natural, si bien es cierto, a más de 200 m de la muralla. Al igual que otras poblaciones de la época, disponía de una alcazaba situada en el ángulo sureste de la ciudad, la cual, a su vez, tenía un recinto menor seguramente destinado a alcázar o residencia de los gobernantes.
Ninguna de las puertas del recinto urbano se ha conservado ya que fueron demolidas en su mayoría en el siglo XIX, aunque sus emplazamientos sí se conocen. En el frente occidental se situaba la puerta Cerrada, de la que partía la calle principal que enlazaba en el lado opuesto con la puerta del Puente que conducía al puente sobre el río Genil. En el lado norte se situaba la puerta de Palma, mientras en el sur se abrían tres puertas: la de Osuna en el vértice noroeste del recinto, la del Agua en el otro vértice suroriental existiendo otra puerta, la de Estepa, en un punto intermedio, de la que quedan algunas estructuras en el llamado Arco de Belén.
Lo más representativo de este recinto son las tres torres albarranas construidas en el frente norte. Son de planta octogonal como tantas otras levantadas por los almohades, sobre todo en al-Andalus. La primera de ellas está situada en el vértice noroeste y se separa más de 20 metros de la muralla a la que se une por medio de un grueso muro, a modo de pedúnculo, de más de 3 m de espesor. Las edificaciones adosadas, sobre todo en su lado oriental, no permiten ver con claridad el entronque de la muralla y el pedúnculo de la albarrana aunque parece que, como en las otras torres, hubo un arco o pasaje que lo atravesaba. Su planta octogonal se inscribe en una circunferencia de 5,20 m de radio. Actualmente la torre apenas se sobre eleva respecto al adarve de la muralla por haber sido desmochada. Debió contar en su origen con un cuerpo alto, seguramente con cámara interna y acceso a la terraza a través de esta, como sucede en otras torres semejantes.
Otra torre albarrana, de dimensiones semejantes a la anterior se ubica aproximadamente en el centro del frente norte, también separada casi 20 m de la muralla. Esta torre sí ha conservado el cuerpo alto y el parapeto de la terraza. Se entra a la cámara abovedada por un pasaje con bóveda rebajada de 1,10 m de ancho en cuya jamba derecha arranca la escalera de subida a la terraza. Por encima del nivel de la cámara hay hasta tres bandas de ladrillo en ligero resalte que rodean la torre por todos los frentes, dos más juntas y otra al nivel del suelo de la terraza. Tres gárgolas evacúan el agua de ésta. Esta torre parece ser una construcción posterior a la muralla ya que el muro de conexión se adosa a una torre rectangular que forma parte de aquella, cuya anchura es algo mayor que dicho muro. A 10,80 m de la torre albarrana existió un arco con rosca de ladrillo, que atraviesa el muro que hace de pedúnculo, aunque hoy está macizado el paso a través de él. Este arco parece ser obra posterior a la construcción de la albarrana. Aunque también tiene edificaciones adosadas, el frente oriental de la torre y del muro de conexión está prácticamente liberado de ellas.
Unos doscientos metros más al este hay otra torre octogonal de dimensiones algo menores y apenas alejada de la muralla, mencionada como torre “albarranilla”, pero cuyo muro de enlace con la muralla también cuenta con un paso abovedado que en parte discurre bajo la misma torre y que permite el paso sin tener que bordearla. Como en la anterior también tres bandas de ladrillos en resalte recorren sus caras externas. Posee igualmente una cámara alta con acceso desde el adarve de la muralla. En el lado derecho del corredor de acceso arranca la escalera de subida a la terraza.
En el resto del recinto se conservan en mejor o peor estado hasta 37 torres. En el frente oriental, hay una torre esquinara en un cambio de dirección de la muralla con cámara y salida a los adarves de los lienzos que acometen sobre ella. También posee dos bandas de ladrillo en el exterior con ligero resalte y aspilleras en varios frentes, algunas transformadas en huecos de mayor dimensión. Una serie de torres, algunas de gran dimensión y con cámaras en su parte alta se conservan tanto en torno a la ubicación de la puerta de Osuna, como en todo lo que fue el frente occidental del recinto. En su mayoría se encuentran embebidas dentro del caserío o a lo sumo en patios o jardines interiores.
Como ya se ha indicado, la alcazaba de la ciudad se encontraba situada en el ángulo sureste del recinto, pero su estado de conservación es muy deplorable. Casi todo su frente oriental y sur han desaparecido salvo un lienzo en el extremo norte, que entronca con la muralla de la medina. Tampoco se han conservado ninguna de sus puertas. En el ángulo suroeste de esta alcazaba existía otro recinto menor del que quedan más restos y que pudo albergar la residencia de la autoridad de la ciudad y de la cora, como siguió haciéndolo en épocas posteriores a la conquista cristiana. Recientes excavaciones están poniendo a la luz estructuras de época bajomedieval, aunque por el momento no se han encontrado construcciones residenciales de época andalusí.
El recinto amurallado de Écija encierra una superficie de 41,3 Ha con un perímetro de murallas de 2.775 m. De esa superficie, 38,4 Ha corresponden a la medina y 2,9 a la alcazaba cuya muralla tiene un recorrido de 709 m.
Antonio Almagro