La actual iglesia principal o iglesia matriz de Mértola ocupa el lugar y contiene parte de la estructura de la primitiva mezquita de la ciudad islámica medieval. Está situada en la falda del promontorio en que se asienta la población, cerca de su punto culminante en el que se levanta el castillo, en cuya proximidad destaca por la blancura de sus muros que contrastan con los de piedra oscura de la fortaleza. Mértola fue población de cierta importancia ya que el río Guadiana, en cuya orilla se asienta, resulta navegable desde la desembocadura situada a algo más de 50 Km, hasta pocos kilómetros aguas arriba. Además, se consideró siempre una plaza de especial valor estratégico y de gran fortaleza.
La mezquita, que se convirtió en iglesia tras la conquista cristiana, debió conservar su configuración original hasta comienzos del siglo XVI según corroboran los dibujos de la colección realizada por Duarte de Armas y que representan las fortalezas existentes a lo largo de la frontera de Portugal con España. Del Castillo y la ciudad de Mértola existen dos dibujos, tomados aproximadamente desde el norte y desde el sur. En ellos se representa con absoluta verosimilitud, la iglesia que no era sino la mezquita readaptada, pero que mantenía prácticamente intacta su estructura. La propia rotulación del dibujo nos lo confirma “Igreja que foy misquita”. Se observa un edificio de planta rectangular con cinco tejados de dos vertientes que sin duda cubrían las cinco naves con que se organizaba la sala de oración. Los tejados rematan con sendos piñones en las fachadas noroeste y sureste. En la vista desde el sur se aprecian contrafuertes en el muro que corresponde a la qibla coincidiendo con las arquerías de separación de las naves y hay un volumen adosado en la parte oriental que podría corresponder con el cuerpo del mihrab, aunque se encuentra desplazado. En el centro del muro suroeste hay una puerta. En el lado opuesto a la qibla se levanta una torre de planta cuadrada, sin duda el alminar, rematada con una espadaña, añadida seguramente tras la conquista para colocar las campanas. En la vista desde el norte también se distinguen los cinco tejados y la torre adosada al cuerpo del edificio desplazada hacia el oeste. Junto a ella hay una puerta que no parece abrirse en el eje del edifico sino en la nave inmediata hacia el este. En el muro noreste no se dibujan huecos.
Sólo algunos de estos elementos pueden identificarse en el edificio actual. Todo indica que sufrió una fuerte remodelación en el siglo XVI que transformó su aspecto de manera bastante radical, pese a lo cual subsisten bastantes elementos que permiten reconstruir en buena medida la disposición de la mezquita. Ha desaparecido el alminar, del que no queda rastro. La cubierta actual presenta un tejado único a dos aguas que genera grandes piñones en los frentes noreste y suroeste, teniendo por tanto una dirección ortogonal respecto a los tejados de la mezquita. Lo que más hace recordar el origen islámico del edifico es el remate con almenas escalonadas que recorre toda la parte superior de los muros de fachada. Hay una torre campanario de escasa altura en el ángulo sur y contrafuertes y pináculos cilíndricos de cierto aire renacentista. El frente suroeste, en donde hoy se encuentra la puerta principal, es el más alterado y el que menos signos muestra del origen del edifico.
El muro de la qibla, el orientado al sureste, conserva varios de los contrafuertes que aparecen dibujados por Duarte de Armas, algunos embebidos y reforzados por otros mayores. Pero sobre todo presenta un volumen prominente y algo más bajo que el resto del edificio, en el que estaba alojado el mihrab y seguramente también el cuarto en que se guardaba el almimbar. Cerca ya del extremo más oriental hay una puerta con arco de herradura y alfiz, hecha de ladrillo que sin duda pertenece a la obra de la mezquita. Es semejante a otras tres puertas que existen en el muro noreste, que no se representan en el dibujo del XVI, pero que debieron ser accesos a la sala de oración por ese lado. El muro del lado noroeste no contiene ningún elemento que pueda suponerse parte de la obra primitiva, ni tampoco hay ningún rastro del alminar.
El interior de la iglesia tiene un aire singular pues se trata de un espacio con aspecto de sala hipóstila, con columnas que sostienen bóvedas de crucería todas a la misma altura. Existen cuatro filas con tres columnas cada una, todas unidas con arcos dispuestos en ambas direcciones, que conforman veinte ámbitos. Sin duda esta organización espacial es un reflejo de la primitiva disposición de la mezquita que contaba con cinco naves separadas por cuatro arquerías. En esta organización, la nave central de la dirección noroeste-sureste es algo más ancha y lo mismo sucede con la nave perpendicular a ella adosada al muro de la qibla. Las columnas tienen basas y capiteles de estilo manuelino mientras las bóvedas, que presentan nervaduras ojivales, son también características del final del gótico y propias del siglo XVI indicando claramente que todo el interior del edificio se remodeló completamente en esa centuria y con posterioridad al dibujo de Duarte de Armas. La duda que se plantea es hasta qué punto esta organización es fiel reflejo de la de la mezquita o en qué medida se transformó aquella.
La mezquita era un edificio de planta casi cuadrada de 17,50 m por 19,90 m ligeramente deformada hacia un rombo a causa sin duda de errores de replanteo que provocan que el lado sureste mida casi un metro más que el opuesto. Las cinco naves con que contaba estaban dispuestas perpendicularmente al muro de la qibla, tenían una anchura de 4.15 m la axial y 3,30 m aproximadamente las demás. La gran incógnita es saber si los soportes de la mezquita eran columnas o pilares. Al no haberse hecho excavaciones en busca de cimientos la incógnita resulta difícil de dirimir. Lo lógico es pensar que las naves estarían separadas por arquerías dispuestas en la dirección perpendicular al muro de la qibla, y no en doble dirección como ahora se presenta.
Christian Ewert, que estudió el edificio en los años setenta del pasado siglo, sostuvo que, aunque los capiteles de las columnas son claramente posteriores, los fustes e incluso las basas, podría ser los mismos de la mezquita, estas últimas como piezas romanas o tardoantiguas relabradas con algunos motivos renacentistas. Esto le llevó también a ver en la planta la disposición en T típica de los oratorios almohades e incluso a plantear la hipótesis de que pudo haber una cúpula de mocárabes o arcos entrecruzados en el espacio en que se cruzan la nave axial y la inmediata a la qibla junto al mihrab.
A nuestro entender esa hipótesis resulta poco verosímil. La supuesta existencia de una nave paralela al muro de la qibla entra en patente contradicción con el dibujo de Duarte de Armas, lo mismo que la posible cúpula frente al mihrab, pues nada hay en el dibujo que permita apoyarlo. Que la nave junto a la qibla sea algo más ancha puede ser fruto de la remodelación renacentista buscando conseguir un espacio cuadrado sobre el presbiterio que facilitó la construcción de una bóveda más compleja y decorada que el resto. Aunque es cierto que la gran mezquita almohade de Rabat estuvo construida con columnas, este sistema resulta bastante anómalo para un edificio almohade. Aunque Ewert sostuvo que los contrafuertes del muro sureste tienen unas dimensiones más propias para un pórtico con columnas, tampoco los pilares tenían que tener dimensiones semejantes a los de la mezquita de Sevilla, sino que podían ser como los de la mezquita de Cuatrovitas. Considerando las proporciones de este oratorio podríamos imaginar que el número de arcos de los pórticos fue mayor que el actual, y por tanto el de los soportes, y que su sustitución por columnas vendría motivada por la necesidad de hacer más diáfano el espacio de la iglesia.
Lo más determinante de este edificio para su datación son los restos del mihrab que se han conservado. Está formado actualmente por un nicho de planta semi-octogonal que se abre a su vez dentro de un receso que horada el centro del muro sureste. Parece bastante obvio, visto tanto en la planta como en la realidad, que ese receso es un rebaje practicado al muro seguramente para alojar dentro un retablo. Ese rebaje destruyó el arco de embocadura del mihrab y su posible frente decorado, dejándolo mutilado y reducido prácticamente a la mitad de su profundidad. El mihrab completo debió ser similar a los muchos que conocemos en el occidente islámico, sobre todo de este período y posteriores, con el fondo ochavado y la parte inicial cuadrada para permitir mayor anchura al arco de entrada, pero que pasa a octógono más arriba para cubrirse con un cupulín, generalmente de mocárabes. En la parte conservada del mihrab se aprecia parte de la decoración que se extendía en un registro horizontal, dispuesto a más de dos metros de altura y compuesto, como también es habitual, por arquillos ciegos de palmas soportados por columnillas, todo ello realizado en yeso. Una imposta inferior con forma de nacela y otra superior semejante pero bordeada por cintas entrecruzadas delimitan este friso. Lo más resaltable es el hecho de que las columnillas no se sitúen en los ángulos del octógono sino en los centros de las caras motivando que en cada frente las acompañen dos medios arcos cuyas claves coinciden en las aristas del octógono. La semicúpula que remata el nicho está recubierta de un mortero distinto, lo que hace pensar que por debajo de ella pudo existir una cúpula de mocárabes no estructural, realizada en yeso.
El hecho de que el volumen externo del mihrab se extienda hacia la derecha permite suponer que existió en ese lado un pequeño espacio para guardar el alminbar, que sería también en parte cercenado por el mencionado rebaje practicado en el muro de la qibla y cuyos probables restos han quedado ocultados por el enfoscado moderno. Esta interesante mezquita cuyos restos conservados nos permiten imaginar sucintamente su forma original, podría llegarse a conocer mejor si algún día se realizan excavaciones en su interior y prospecciones en sus muros.
Antonio Almagro