Recinto amurallado de Marrakech

Población: Marrakech
Provincia: Marrakech
País: Marruecos
Coordenadas geográficas: 31.625573 / -8.001019
Tipología: arquitectura militar
Nº inventario: A742


Algunas fuentes escritas precisan que la medina de Marrakech, fundada por los emires almorávides Abū Bakr b. ʻUmar (1058-1073) y Yūsuf ibn Tāšufīn (1073-1106), no fue amurallada hasta 1126, gracias al consejo del cadí cordobés Abū al-Walīd ibn Rušd, pues hasta entonces parece que solo la sede del poder, el Qaṣr al-Ḥaŷar, estaba protegido con su propia muralla torreada. Así, la cerca de la ciudad consiste en un gran polígono irregular cuyo trazado podría permanecer hasta día de hoy y se podría leer aproximadamente si obviásemos tres recintos cercados que fueron agregados posteriormente (la Qaṣba almohade al sur, la judería saʻdí y el arrabal septentrional de Sīdī Abu al-‘Abbās, que fue amurallado en época alauí). En cuanto a su forma irregular, fue explicada por Deverdun como consecuencia de una tardía construcción y la adaptación a edificios y recintos ya existentes (cementerios o huertos). A ello se deberían añadir otros condicionantes geográficos como el cauce del río Issil que discurre junto al frente oriental y que, seguramente, ha determinado su trazado más quebradizo. A excepción de esto, la muralla cuenta con largos tramos totalmente rectos que contrastan con el resto, aspecto que fue interpretado por Deverdun y Wilbaux como resultado de dos fases de construcción: una primera compuesta por dos cuadrados ensamblados que rodean el Qaṣr al-Ḥaŷar y la mezquita aljama (Ibn Yūsuf) y, otra segunda, que correspondería con los demás lienzos.

La mayor parte de las fortificaciones urbanas están construidas con obra de tapia y se componen de lienzos de trazado rectilíneo flanqueados por torres rectangulares, en su mayor parte de altura similar o poco superior a la de los adarves de éstos. Las murallas de Marrakech nunca han sido analizadas arqueológicamente y aunque consideremos que hayan podido mantener el mismo trazado que en su origen, es innegable que pueden albergar una gran cantidad de intervenciones y reformas. De hecho, una de sus consolidaciones más importantes tuvo que acaecer con gran probabilidad a la llegada de los almohades. La entrada de esta dinastía en Marrakech vino de la mano de ʿAbd al-Muʾmin y fue especialmente violenta, soportando un prolongado asedio que no concluyó de manera efectiva hasta 1147. A juzgar por los testimonios que nos han llegado, la victoria llegó acompañada de graves daños y seguidamente se llevó a cabo un proceso de “purificación” que consistió en el abandono o destrucción de las mezquitas existentes. El asedio almohade en Fez que relatan las crónicas demuestra que las decisiones militares imperaron por encima de todo, ya que un tramo importante de su cerca fue arrasado empleando para ello un torrente de agua represada. Considerando el papel central y simbólico de Marrakech como sede almorávide, se podrían haber contemplado decisiones de la misma intensidad destructiva.

Marrakech cuenta con una superficie de 477 hectáreas aproximadamente, lo que la convierte en una urbe de dimensión descomunal para la época, y se tiene noticia de que la ciudad almorávide contó con al menos doce puertas. Sin embargo, su evolución en época almohade es un tema muy espinoso, ya que algunas han sido históricamente renombradas y no siempre se trata de nuevos accesos. Entre las puertas que pudieron existir en época almohade se cuentan las siguientes: Bāb al-Majzan, Bāb al-ʿArāʾis (Bāb al-Raḥāʾ o Bāb al-Rajā), Bāb Dukkāla, Bāb Muṣūfa, Bāb Tagzūt, Bāb al-Jamīs (antigua Bāb Fās), Bāb al-Dabbāgīn, Bāb Aylān, Bāb Agmāt, Bāb Yintān, Bāb al-Ṣāliḥa, Bāb al-Šarīʿa y Bāb al-Rubb. De todas ellas se conoce con seguridad la ubicación de diez gracias a su permanencia, a los restos conservados o las indicaciones de las fuentes escritas y la toponimia. Asimismo, en algunos casos algunas de las puertas pudieron ser remodeladas o reubicadas, como por ejemplo Bāb al-Dabbāgīn, Bāb Dukkāla, Bāb al-Jamīs y Bāb al-Rubb.

La datación de este conjunto de construcciones es seguramente el problema más arduo que se presenta ante su estudio. Desde la construcción del primer recinto defensivo hasta la actualidad, las murallas y sus distintos componentes no han dejado de ser objeto de reformas, reconstrucciones y ampliaciones que se han ido superponiendo y que en muchos casos han enmascarado actuaciones anteriores. Dos serias dificultades se unen a este problema inicial. Una es la falta de testimonios documentales que den noticias precisas de actuaciones en las murallas. La otra es el estado actual de las murallas que han sido objeto en su mayor parte de obras de conservación con ausencia de criterios científicos y casi nula preocupación arqueológica por desentrañar la historia de este conjunto monumental. Así, nos encontramos en la actualidad con la mayoría de las construcciones recubiertas por revocos modernos con un tratamiento cuasi uniforme en todo el conjunto que hace imposible cualquier lectura estratigráfica ni análisis constructivo, por lo que resulta prácticamente imposible aplicar técnicas de análisis arqueológico a este conjunto patrimonial.

Por otro lado, la casi total ausencia de elementos decorativos en este tipo de obras junto con lo antes apuntado hace que la única técnica posible a aplicar en este empeño sea el análisis tipológico, método también con grandes limitaciones dada la lenta evolución que la poliorcética experimentó a lo largo de la Edad Media. Sólo la aparición de las armas de fuego y la adecuación, si quiera somera, de fortificaciones antiguas al uso de estas armas permite establecer hitos post quem a algunas estructuras claramente concebidas para el uso de este tipo de armamento. Casi todas las puertas que vamos a analizar tienen, al menos en sus remates superiores, adaptaciones de este tipo.

Las diez puertas del recinto amurallado de Marrakech que aún hoy permanecen, al menos parcialmente, en pie, se pueden agrupar en varias familias tipológicas, único argumento con el que intentar establecer una cronología, siquiera a nivel de hipótesis de partida. No debe pasarse por alto, ya a priori, que esa clasificación tipológica coincide también, como veremos, con una agrupación por ubicación, lo que sin duda merece tenerlo en cuanta a la hora de encontrar argumentos en favor de una u otra adscripción cronológica.

La construcción en época almorávide del recinto inicial y las subsiguientes supuestas intervenciones almohades, tras conquistar su capital y convertirla a su vez en su propio centro de poder en un lapso de tiempo relativamente breve, hace que distinguir si una obra corresponde a la primera construcción o a una intervención del periodo que nos ocupa sea tarea difícil. Tampoco resulta fácil reconocer las obras de periodos posteriores dada el carácter muy tradicional de la arquitectura marroquí. Se puede presuponer que las obras iniciales sean más elementales y que las intervenciones posteriores tengan por objeto mejorar su capacidad defensiva o enfatizar algún aspecto como crear nuevas imágenes de poder. Por otro lado, se debe también tener en cuenta los ciclos que la ciudad ha sufrido en materia de expansión y regresión tanto de población como de actividad económica y desarrollo urbano, hechos normalmente estrechamente ligados. Esto comporta que las obras importantes se deben en principio asignar a periodos de auge y desarrollo de la urbe, mientras a los periodos regresivos cabe atribuir ruina y abandono de los sistemas defensivos. Así, no cabe en principio asignar intervenciones de importancia en los periodos meriní y watasí (de mediados del s. XIII a mediados del XVI), en el que la ciudad estuvo alejada del centro del poder y del interés de quienes lo ostentaban y sufrió por tanto una fuerte decadencia. Si bien hubo intervalos del periodo meriní en los que la ciudad pudo ser objeto de un mayor interés por parte de los sultanes, más bien se reconoce en ellos una inercia de la ciudad aprovechando su antiguo esplendor e infraestructuras. Lo mismo cabe decir del primer periodo alauí, entre mediados del siglo XVII a mediados del siglo XVIII. Partiendo de estas premisas se puede establecer una primera clasificación de las puertas atendiendo a su tipología y ubicación, y añadiendo además algunos de los otros factores enunciados.

Por las pocas referencias documentales que tenemos la Bāb Aknāw (posiblemente conocida en época medieval como Bāb al-Kuḥl o Bāb al-Kaḥl), puerta principal de acceso a la qaṣba construida por el califa Abū Yūsuf Yaʿqūb al-Manṣūr no cabe sino asignarla a la fecha de construcción de esta a partir 1185. Por similares razones debe también considerarse obra almohade la Bāb al-Rubb conservada actualmente por estar íntimamente ligada su existencia a la de la propia qaṣba. De hecho, esta puerta pudo reemplazar a otra anterior conocida como Bāb al-Nafīs, que podría haberse ubicado directamente en la línea de muralla y no como Bāb al-Rubb, que constituye un apéndice hacia el sur para articular el acceso a la Bāb Aknāw.

En efecto, el frente meridional de la medina fue notablemente alterado y, además de Bāb al-Nafīs, otras dos puertas pudieron existir desde la etapa almorávide. Por un lado, Bāb al-Ṣāliḥa podría haber estado al oeste de Bāb Agmāt según se desprende de los relatos de Ibn ʿIḏārī y al-ʿUmarī, quedando probablemente amortizada por el proyecto de la qaṣba almohade. Por otro lado, Bāb al-Šarīʿa se menciona varias veces como una puerta de Marrakech. Ahora bien, el texto de Ibn ʿIḏārī sugiere que, con la obra de la Qaṣba, esta puerta fue rehecha tras el derribo de murallas y se refiere en una ocasión a ella como puerta nueva de Bāb al-Šarīʿa. Algunos estudios han asociado esta puerta con los restos situados al oeste de Bāb al-Rubb, donde se reconoce un gran arco en el lienzo de muralla que fue amortizado por el mausoleo del célebre al-Suhaylī (m. 1185), cuya obra fue ejecutada en el periodo alauí.

En la zona sureste del recinto tenemos un grupo de tres puertas, Bāb Agmāt, Bāb Aylān y Bāb al-Dabbāgīn, que parecen corresponder a un mismo modelo inicial, aunque casi todas hayan sufrido modificaciones posteriores. Se trata en principio del modelo más simple: puertas de acceso en recodo único, compuesto por una pequeña torre o bastión adosado por el lado externo de la muralla y con acceso por un lateral para que quien ataque pueda ser hostigado desde el propio bastión y desde la muralla contigua. La torre o bastión cuenta con una sala interna cubierta en uno de cuyos muros laterales, que coincide con la muralla urbana, se abre un arco de paso para entrar dentro del perímetro. En los tres casos existe un ámbito ya dentro del recinto, cerrado por muros, pero sin cubrición, con otra puerta que da acceso al interior de la medina. No es fácil precisar si este segundo ámbito formó parte de la obra original o es un añadido posterior. En alguno de los casos es muy probable esta segunda opción. En dos casos las puertas cuentan con barbacanas externas de construcción tardía. Paralelos inmediatos de este modelo son la puerta de Córdoba en Sevilla, obra almorávide con un recrecimiento de época almohade, y la puerta oriental del recinto almorávide de Zagora. Por este motivo consideramos que estas tres puertas, al menos en una fase inicial, pudieron formar parte del recinto almorávide de Marrakech. La presencia del rio Issil como foso natural en esta zona de la ciudad pudo ser causa de que estas puertas no se renovaran con soluciones más complejas, al considerarlas en un flanco menos peligroso que otros.

En la zona norte existen otras tres puertas, Bāb al-Jamīs, Bāb Tagzūt y Bāb Dukkāla. La segunda es hoy una puerta de acceso directo que parece haber sufrido muchas transformaciones. Carece en la actualidad de torres, bastión y de doble puerta y además sus hojas de cierre están dispuestas en sentido contrario a como debieron estar en origen. Es improbable que la forma que hoy presenta esta puerta tenga nada que ver con la original almorávide o almohade, aunque es posible que lo que hoy veamos sean los restos de una puerta similar a las del grupo del sureste y por tanto de época almorávide. Las otras dos puertas de este sector responden al tipo que podemos considerar más complejo dentro de las puertas almohades que conocemos mejor en su cronología y que son las del recinto de Rabat. Son puertas organizadas como bastiones autónomos, de acceso frontal entre dos potentes torres, con recorrido interno con cuatro y tres recodos, con patio interior y doble puerta, una hacia el campo y otra hacia la ciudad. Son seguramente renovaciones almohades en un sector del recinto especialmente sensible a ataques provenientes del norte o el oeste, además de ser esta la dirección de los caminos más importantes de acceso a la ciudad, el que viene del norte del país y el que viene de la costa. Por ejemplo, Bāb al-Jamīs era antiguamente conocida como Bāb Fās o Puerta de Fez, la otra gran ciudad del territorio marroquí. Por ello resulta lógico pensar que la renovación buscara también un efecto propagandístico.

Finalmente, en el sector occidental de la ciudad hay otras dos puertas, Bāb al-Raḥāʾ y Bāb al-Majzan, que atienden a una tipología similar. Ambas puertas tienen acceso frontal entre dos torres que sobresalen de la muralla, y poseen un cuerpo adosado por el interior de esta dentro del cual el recorrido quiebra hacia un lado para salir a la medina por un lateral. Desgraciadamente, los cuerpos interiores de estas dos puertas han desaparecido y solo por las excavaciones realizadas durante el Protectorado francés conocemos sus plantas, publicadas por Charles Allain y Gaston Deverdun. Parece que en la Bāb al-Majzan, que no conserva ni siquiera el arco de la puerta exterior, el espacio principal existente dentro del cuerpo interior fue un patio. En la Bāb al-Raḥāʾ parece que hubo un patio y un pequeño ámbito cubierto. Las dos puertas tienen una característica común bastante singular y es que las torres que flanquean el acceso exterior son de planta semi-octogonal, rasgo este que permite atribuirlas igualmente al periodo almohade dado el extenso uso que sus constructores hicieron de las torres octogonales. En la misma Marrakech hay una torre octogonal en una esquina del recinto de la qasba y en Rabat, dos de sus puertas, Bāb al-Hād y la del interior del palacio real, tiene igualmente torres de flanqueo semi-octogonales. En al-Andalus el uso de este tipo de torres fue muy corriente en este periodo.  Con todo, al margen de la particular forma de sus torres, se podrían casi agrupar con el anterior conjunto formado por Bāb al-Jamīs y Bāb Dukkāla, pues presentan un diseño semejante como puertas monumentales con torres de flanqueo y bastiones ubicados dentro del recinto adosados por la cara interior de la muralla en los que se distribuían espacios abovedados y, en ocasiones, un patio.

Estos argumentos que se desarrollan más extensamente en los estudios de cada puerta, no son en sí nada concluyentes. Se presentan con el objetivo de que puedan ser base de partida para emprender estudios más pormenorizados sobre el tema.

 

Iñigo Almela y Antonio Almagro

 


Bibliografía:
  • Allain, C. y Deverdun, G., "Les portes anciennes de Marrakech", Hespéris, 44 (1957): 85-126.
  • Almela, I., “La huella de los almohades en Marrakech: reconfiguración de una ciudad heredada”, Hespéris-Tamuda, 57 (1) (2022): 267-300.
  • Deverdun, G., Marrakech des origines à 1912. Rabat: Editions Techniques Nord-Africaines, 1957.
  • Marcos Cobaleda, M., Los almorávides. Arquitectura de un imperio. Granada: Editorial Universidad de Granada, 2015.
  • Triki, H., "Marrakech: Retrato histórico de una metrópolis medieval. (Siglos XI-XIII)", en R. López Guzmán (coord.), La arquitectura del Islam occidental, pp. 93-106. Barcelona: Lunwerg, 1995.
  • Villalba Sola, D., La senda de los almohades: arquitectura y patrimonio. Granada: Editorial Universidad de Granada, 2015.
  • Wilbaux, Q., La médina de Marrakech: formation des espaces urbains d'une ancienne capitale du Maroc. París: L’Harmattan, 2001.