En el término municipal de Escacena del Campo (Huelva) existen dos fortalezas yermas que se conocen por el nombre de Tejada: la Vieja, situada en las faldas de la Sierra, donde hubo minas en la Antigüedad, es una imponente fortaleza del primer milenio a.C.; la otra, llamada la Nueva, está en el llano, cinco km. al sur, junto a la carretera comarcal HU-6110, entre los kilómetros 5 y 6, lugar donde concurren cinco antiguas veredas y el arroyo de Tejada, afluente del Guadiamar; como ciudad romana fue la sexta mansio de la calzada XXIII que, según el Itinerario de Antonino, unía Mérida con el estuario del Guadiana; se llamaba entonces Tucci, nombre indígena acreditado también por las monedas.
La ciudad romana, llamada también Ituci, se vincula a los ataques lusitanos al valle del Guadalquivir desde la Baeturia Celtica; nada sabemos de su población e historia, salvo la noticia de una inscripción funeraria y las tradiciones locales que la hacen patria de la esposa de Trajano. La ciudad, bajo el nombre de Talyata, presenció las correrías de los rebeldes muladíes y sublevaciones bereberes del siglo X y las algaras de guerreros portugueses en pleno XIII; fue tomada por los cristianos hacia 1248 y entregada a Ahmed, uno de los dirigentes de la Sevilla musulmana para compensarle, constituyéndose la población como una de las cabeceras del repartimiento del reino de Sevilla, aunque se sublevó en 1264. Consta que en 1346 tenía dos parroquias, Santa María y San Jorge, que todavía en 1491 tenían tres beneficios dotados, pero fue despoblándose en favor de sus diez alquerías, para desaparecer como núcleo de población en el XVI. La iglesia mayor desapareció en el XVII. En 1795 era un despoblado del ayuntamiento de Paterna del Campo (de Tejada) llamada "Ciudadela de Tejada".
El recinto de Tejada está trazado de tal manera que aprovecha muy bien las faldas de la colina donde se asienta. Podemos reconocer dos etapas fundamentales superpuestas; la más antigua estaba formada por unas hiladas de sillares trasdosadas por un calicostrado durísimo, tanto que, a golpes de pico y barrenos, fueron expoliados, los sillares y el relleno, para hacer la carretera mencionada; las partes que conservan alzado, por el contrario, es una tapia con escasa cal, que se deshace al tacto. El circuito, con torres bastante juntas, puede seguirse fácilmente gracias a los frogones que afloran de trecho en trecho.
En el dibujo adjunto sólo se han restituido las torres que parecen seguras conformando un polígono bastante compacto, como corresponde a la cómoda topografía del lugar, en que sólo existe hoy una propiedad en uso y ruinas de otras dos; fuera del recinto, entre éste y la carretera, existe una aldea en torno a la ermita de San Isidro, todo ello moderno. El recinto alcanzó un perímetro interior de un kilómetro de longitud protegiendo una extensión de 6,15 ha. Parece que tenía tres puertas, que hemos supuesto localizadas en los lugares de mas fácil acceso.
Alfonso Jiménez