Castillo de Setefilla

Fortificaciones de Šant Fīla

Población: Lora del Río
Provincia: Sevilla
País: España
Coordenadas geográficas: 37.736263 / -5.480924
Tipología: arquitectura militar
Nº inventario: 378


En la “mesa” de Setefilla, rodeada por el arroyo Guadalvacar, actualmente solo existe la ermita de Santa María, del siglo XV, con tres naves reformadas en 1709 y que sufrió graves daños en 1936, por lo que poco de lo antiguo puede identificarse en ella, englobada en el edificio, arropado por los porches, unas viviendas y instalaciones propios de su romería; en lo más alto de la “mesa”, en el extremo septentrional, aparece exento un castillo bastante complejo. Es evidente que la ermita y este recinto militar estaban protegidos por otro que, con algo más de 12 ha, se ceñía a las pendientes y los afloramientos rocosos; así lo dibujó, en 1765, de forma desmañada pero expresiva un juez de la comarca, el anticuario Tomás Andrés de Gusseme (1712-1774) y así domina el paisaje de los meandros del Guadalquivir, cuya orilla derecha queda a 11 km en línea recta.

Puede decirse que las épocas de actividad humana permanente en la mesa son dos y muy concretas, pues consta que empezó a ser habitada en el Bronce pleno, a mediados del segundo milenio antes de nuestra era, desarrollando, con altibajos coyunturales, una cultura local basada en la metalurgia que tuvo continuidad durante el periodo Orientalizante; esta etapa protohistórica se cerró, con el abandono del asentamiento, en el siglo V a.C.  La segunda gran etapa es, práctica y exclusivamente, andalusí, pues se inicia en el siglo IX d.C. y alcanza los comedios del siglo XIII, cuando pasó a dominio cristiano, siendo entregada a la orden militar de San Juan de Jerusalén, llamada también de los Caballeros Hospitalarios, o de Malta, que en la comarca se denominó de “San Juan de Acre”, cuya bailía desapareció en 1837 como jurisdicción exenta. Se sabe que en 1539 el lugar acababa de perder a sus últimos vecinos permanentes

El lugar ha estado fortificado en las dos épocas, aunque las murallas que hoy vemos son relativamente modernas, o por decirlo en palabras de Hernández Giménez, arquitecto que conoció bien el tema y la comarca, «Es curioso notar, sin embargo, que este castillo, según su estado actual, diríase totalmente reconstruido, o poco menos, por los Hospitalarios, a quien se los donó (junto con los de Lora, Almenara, Malapiel, Peñaflor, Algarín y Alcolea) Fernando III, al parecer en 1241».

Los datos de época andalusí se basan en una cadena de textos y topónimos, empezando en el año 844, cuando los vikingos que tomaron Sevilla mandaron a caballo «[…] dos destacamentos de normandos, uno a la parte de Lacant [Fuente de Cantos] y otro a la parte de Córdoba, hacia Benilait [Setefilla]; pero después que los normandos que estaban en Sevilla supieron la arrogancia y avance del ejercito [cordobés] y la muerte del destacamento que había salido hacia la parte de Morón [de la Frontera], huyeron a sus naves y echaron río arriba hasta el castillo de Azaguac [Alcalá del Río]». La identificación de Benilait se basa en que unos cuarenta años después los dos jefes de Banu Layt fortificaron «[…] el castillo (Ḥiṣn) de Setefilla [Šaḏfīlah], de los distritos de Sevilla. Se unieron a ellos su gente, que eran beréberes. Los consignó a los dos el Imam cAbd Allāh, asegurándose su obediencia. Obtuvieron casas y jardines en el arrabal occidental de Córdoba y adquirieron fincas. Cuando llegó el califato al Emir de los Creyentes, pacificó el lugar con su ayuda y les confió a los dos cargos de gobernador y generalatos. Luego murieron y confió a sus hijos cargos de gobernador también». Es decir, un clan de bereberes zanata, que habitaban en Setefilla, seguramente desde el siglo VIII, fueron fieles a las autoridades cordobesas y así medraron durante todo el califato. Estos, y otros datos cronísticos, han sido publicados multitud de veces, siendo conveniente señalar que Hernández Giménez, con buenos argumentos, rechazó que en el año 1182 la incursión de Alfonso VIII de Castilla llegara a Setefilla y la tomara, conflicto que en realidad afectó a un lugar de nombre parecido, la población cordobesa de Santaella.

El conjunto tiene forma general de triangulo mixtilíneo, en cuyo vértice más alto existe una torre de planta octogonal de casi 3 m de lado, de modelo claramente almohade, sin cámara, como la mayoría de las de esta traza y época. De ella parten dos ramas curvadas que contornean el escarpe, terminando en dos torres cuadradas separadas 87 m, con otras intermedias de escaso saliente; el tercer lado del triángulo, entre las dos torres, mirando al sur, es un lienzo que cierra la parte más baja del recinto general; en su parte central, mediante un quiebro, se ubicó una puerta cuyo acercamiento era lateral. La fábrica de este recinto, probablemente andalusí, es una tapia cuyos cajones tenían 75 cm de altura. La argamasa sólo está presente en la caras ya que el interior es un relleno arcilloso con muy poca cal; estas tapias se formaron sobre zócalos de mampostería, con esquinas y refuerzos de lo mismo.

En un momento del siglo XIV, como sugieren sus ménsulas y bóvedas, se subdividió este recinto formando un reducto en la parte más alta; para ello construyeron, con tapia cuyos cajones son de 1.05 m de altura, una gran torre cuadrada, de 10 m de lado, ubicada en el centro; tenía dos plantas abovedadas que no se comunicaban directamente; la inferior se cubre con una bóveda de cañón, con un solo hueco al exterior, el de la puerta que mira a la torre octogonal; las jarjas de esta bóveda son de mampostería y el cierre radial de ladrillo. La planta alta es más amplia y solo conserva los arranques en las esquinas de su bóveda de aristas, todo en ladrillo.

Desde la torre salen sendos muros que llegaban al perímetro exterior; en el contacto de levante se reforzó una torre previa por el interior, seguramente para alojar la escalera de subida al adarve que permitía el uso de la cámara alta; en el contacto de poniente se hizo una puerta en recodo que era el único acceso a este reducto; posee una saetera para su defensa, a la que colaboraban otras tres en el muro que la une a la torre central. Los arcos de esta puerta y los de acceso a las cámaras son de sillería bien labrada. La altura a la que hoy vemos las saeteras sugiere que la cota de uso estaría a un metro aproximadamente de profundidad.

Se conserva en este reducto, bastante soterrado y destruido, un aljibe cubierto con bóveda de cañón, que conserva pintura a la almagra en su enlucido hidráulico.

 

Álvaro Jiménez y Alfonso Jiménez.

 


Bibliografía:
  • Aubet Semmler, María Eugenia, et al. (1983). La Mesa de Setefilla. Lora del Rio (Sevilla) Campaña de 1979. Madrid, Ministerio de Cultura.
  • Guichard, Pierre (1976). Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente. Barcelona, Barral.
  • Hernández Giménez, Félix (1949). Estudios de Geografía Histórica Española (VIII). Sobre los topónimo árabes correspondientes a los actuales “Santaella”, “Coruche”, “Flix” y “Ciurana”. Al-Andalus (14)-321-37.
  • Kirchner, Helena (1990). Etude des Céramiques Islamiques de Shadhfīlah (Setefilla, Lora Del Rio, Séville). Lyon, Université Lyon 2 Ecole des hautes études en sciences sociales Centre interuniversitaire d'histoire et d'archéologie médiévale Unité associée au C.N.R.S. no 1000.
  • Montoto y López-Hoyuela, José. Tradiciones de Lora y Setefilla. Sevilla, Imprenta María Auxiliadora.
  • Rodríguez Azogue, Araceli y Vicente Aycart Luengo (2007). San Juan de Acre. La historia recuperada de un barrio de Sevilla. Sevilla, EMVISESA.