Mezquita almohade de Rabat

Mezquita de al-Hassan

Población: Rabat
Provincia: Rabat
País: Marruecos
Coordenadas geográficas: 34.024132 / -6.822852
Nº inventario: 720


El califa almohade Abū Yūsuf Ya ͨqūb al-Manṣūr (1184-1199) quiso dotar a la nueva ciudad de Ribat al-Fath con una mezquita que habría de ser la más extensa de todo el occidente musulmán. Desgraciadamente esa mezquita no llegó a concluirse y debió entrar pronto en un proceso de ruina y expolio. No obstante, los restos que quedan de ella sorprenden por lo colosal del proyecto. La obra se comenzó, según la crónica de Ibn  ͨIḏārī, en 1195 y quedó abandonada a la muerte del califa en 1199. Tan breve lapso de tiempo no parece muy creíble y es muy probable que su inicio se remonte a varios años antes, quizás a los primeros años del reinado del califa.

Debido a no haberse concluido y al expolio sufrido, así como a la construcción en su zona más meridional del complejo religioso y funerario de los recientes monarcas alauíes, son muchas las incógnitas que plantea, puesto que además, todo indica que fue un edificio muy anómalo cuando se confronta con las otras mezquitas de este periodo. Las ruinas del edificio fueron investigadas en varias ocasiones por estudiosos franceses en la época del Protectorado y resulta obligado acudir a sus publicaciones dada la desaparición de muchos de los restos exhumados a causas de las actuaciones más recientes que han causado la destrucción total de, además de otros restos, toda la zona meridional incluyendo el muro de la qibla y las naves inmediatas.

La mezquita presenta una planta rectangular de 190 x 147 m a los que habría que añadir los salientes del alminar y los contrafuertes del muro de la qibla. El espacio interior tiene de dimensiones 183 x 139,50 m y estaba distribuido en un área prácticamente cuadrada, destinada a la sala de oración en el lado sur y otra ocupada por el patio principal y los pórticos que lo rodeaban al norte. De esta última zona apenas hay indicios de su disposición y todo indica que nunca llegó a edificarse la estructura interna. La ubicación del patio principal quedaba manifestada por la presencia de la infraestructura de once aljibes que seguramente tampoco llegaron a concluirse, así como de los restos de algunos de los pilares de la fachada de la sala de oración. Todos los vestigios de esta zona han desaparecido igualmente.

El muro perimetral de cierre estaba levantado con fábrica de tapia de tierra y cal sobre un zócalo de mampostería, visible generalmente en la cara externa, pero que en algunos casos podría tratarse de un recalce posterior, dada la irregularidad de su contacto con la tapia. Se conservan tramos importantes de este muro en el lado oeste, en donde su remate alcanza la altura de 8,60 m. Existen también tramos con notable altura en el lado este y en el norte, pero en amplias zonas el cerramiento actual apenas alcanza los dos metros. Este muro estaba reforzado por contrafuertes construidos con mampostería y cuyas testas, a veces de ladrillo y otras de sillares, formaban las jambas de las arquerías que se desarrollaban a lo largo de las dos fachadas más largas y de la del frente norte, interrumpida esta por la inserción del alminar en el centro de ese lado. Es esta una solución semejante a la que presentan las fachadas norte y oeste de la mezquita de la Qasba y la oriental de la primera fase de la mezquita Kutubiyya de Marrakech. Insertadas en estas arquerías ciegas se abren las puertas que son cinco en la fachada oeste, la que da hacia la ciudad, sólo tres en la este y cuatro en la norte, estas últimas de función problemática, dado el fuerte desnivel que existe en esa zona. El muro de la qibla tenía una disposición distinta pues carecía de arquería ciega presentando sólo gruesos contrafuertes que alcanzaban similar altura que el muro tomando aspecto de torres de muralla. La zona inferior de este muro y de los contrafuertes estaba construida con sillería de fina labra y en él se abrían dos pequeñas puertas a ambos lados del mihrab que puede suponerse daban al cuarto destinado al almimbar y al cuarto del imán, como es habitual en tantas otras mezquitas.

Las puertas de acceso estaban formadas por dos arcos, uno exterior, alineado con los que conforman las arquerías de la fachada, y otro en la cara interna del muro perimetral. Entre ambos quedaba un espacio para permitir el giro de las hojas de cierre, y que debía cubrirse con bóveda de cañón, arista o espejo. Las jambas de las puertas eran de sillería de piedra calcarenita local, con la que están también construidos otros elementos como esquinas, pilares, jambas, etc., a veces combinándose con ladrillo.

La sala de oración, que como se ha dicho es prácticamente cuadrada, tenía dos áreas bien diferenciadas. Una en la zona sur junto al muro de la qibla contaba con tres naves paralelas a éste. El resto lo formaban veintiuna naves dispuestas ortogonalmente a las anteriores. Separando ambas zonas había una arquería sobre pilares rectangulares de sillería dispuesta en paralelo al muro antes dicho. Las naves paralelas al muro de la qibla son de anchuras desiguales decreciendo a medida que se apartan de él (7,40, 6,75 y 6.05 m). Del resto de naves, la que ocupa el centro de la sala y las de los extremos inmediatas a los muros perimetrales tienen 7,45 m, mientras en el resto su anchura es de solo 5,50 m. Los soportes que permitían la cubrición de este espacio eran columnas en su mayor parte existiendo pilares en las arquerías que delimitaban patios o zonas singulares. Las naves junto a la qibla tienen 21 tramos mientras las perpendiculares tiene 18. Esto responde a una trama de 20 x 20 soportes o de 21 x 21 intercolumnios. Las naves de mayor anchura, la inmediata al muro de la qibla, la axial y las dos extremas definen el doble esquema en T y en E característico de las mezquitas almohades. Es presumible que frente al mihrab hubiera una bóveda, quizás de mocárabes que marcara la intersección de la nave axial con la inmediata y paralela al muro de la qibla.

Las columnas están formadas por tambores de alturas diversas, de 0,83 m de diámetro y carecen de éntasis. Son de piedra caliza dura, casi marmórea. En cuanto a su altura, las había de dos tipos. Las que conformaban las tres naves junto al muro de la qibla y las inmediatas a los muros exteriores tenían fustes de 6,20 m mientras el resto sólo tenía 3,40 m. Las columnas, tal y como se conservan hoy, tiene un remate superior muy elemental, que apenas se le puede llamar capitel, pues es un simple paso de la sección circular del fuste a una superficie cuadrada. No cabe duda de que la forma de estos pseudo-capiteles responde solo a resolver una cuestión estructural de facilitar un apoyo adecuado a los arcos y ménsulas y que sin duda no debía ser este el acabado previsto. Seguramente se pensó en recubrir la parte superior de la columna con una decoración de yeso. La proporción marcadamente rechoncha de la mayor parte de las columnas obliga a pensar en formas alternativas para estos capiteles, distintas de las que se usaron en las demás mezquitas. Quizás los existentes en la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo pudieron ser un reflejo de la solución aquí prevista.

En las excavaciones aparecieron restos que permiten suponer que hubo arcos de ladrillo apoyando en estas columnas, aunque es imposible saber cómo sería su desarrollo. Sobre las columnas de menor altura no existe demasiado problema en admitir la existencia de arcos de herradura apuntados cuyas claves podrían alcanzar los 8,25 m de altura sobre el suelo. Más difícil resulta admitir la existencia de arcos sobre las columnas de mayor tamaño pues con ellas se superaría los 11 m, lo que produciría una esbeltez de arcos y columnas que podría suponer un serio problema para su estabilidad. Esto, además, comportaría la existencia de tejados a dos alturas distintas, más elevados en los bordes de la mezquita y en la zona meridional, pero, sobre todo, a mucha mayor altura que los remates de los muros perimetrales conservados actualmente, lo que también hace poco creíble esta hipótesis.

Por ello puede plantearse la alternativa de que las naves de la zona inmediata a la qibla y las contiguas a los muros externos tuvieron dinteles de madera en lugar de arcos, seguramente con ménsulas en vuelos sucesivos como existen algunos ejemplos ya en época almohade pero que se generalizaron en épocas posteriores. De este modo se ha dibujado la propuesta que aquí se presenta, aunque también se incluyen algunos dibujos con la solución alternativa. En todo caso, lo que queda patente es que las tres naves inmediatas a la qibla conformaban un espacio diferenciado del resto de la sala, como si se tratara de una enorme maqsura, que pudo estar además diferenciado en su parte alta por un sistema distinto de cubrición que no tuvo que ser necesariamente con mayor elevación, sino quizás mediante elementos leñosos dotados de una decoración más refinada. Algo similar cabe decir de las dos naves en cada lateral que enfatizarían el esquema en E de la planta.

Interrumpiendo la continuidad del resto de la sala de oración había dos patios alargados que ocupaban el espacio correspondiente a ocho tramos de tres naves cada uno. Se encuentran separados por dos naves respecto a los muros perimetrales y por tres tramos respecto a la arquería que delimita las naves paralelas de las perpendiculares al muro de la qibla. Las arquerías que forman los lados largos de ambos patios se prolongaban hacia el sur con tres tramos más hasta interceptar la arquería transversal delimitando dos áreas de 3 x 3 vanos que sin duda debieron tener alguna función que hoy desconocemos.

La bastante anómala planta de esta mezquita puede no obstante considerarse el fruto de una evolución producida dentro del proceso de diseño de las mezquitas almohades. La presencia de varios patios habría surgido inicialmente cuando se amplió la mezquita Kutubiyya de Marrakech duplicando el primitivo edificio y añadiendo un tercer patio junto al alminar. La construcción de la aljama sevillana habría puesto en evidencia la dificultad de iluminar y ventilar una sala de oración tan extensa. En esta mezquita, lo mismo que en la de la Qasba de Marrakech, los arquitectos almohades dispusieron dos patios menores dentro de la sala con el fin de resolver estas dificultades. Especialmente en esta mezquita la necesidad de introducir elementos de aireación resultaba crucial a causa de sus enormes proporciones.

En la zona norte de la mezquita no se conserva apenas ningún elemento construido fuera de los restos del muro perimetral. Todo parece indicar que en esta zona no se llegaron a levantar columnas ni seguramente tampoco las arquerías que debían bordear el patio, fuera de la que constituía la fachada de la sala de oración. Sin embargo, a la luz de lo que muestran las otras mezquitas de este período, resulta bastante obvio que el patio se pensaría rodear por la prolongación de las cinco naves extremas de cada lado y por once naves de dos tramos en su lado norte, aunque en este lado también cabe la posibilidad de que se pensara en disponer dos naves paralelas a la fachada norte del patio.

Sin duda el elemento más interesante de esta mezquita es su alminar ya que es la construcción que se ha conservado en mejor estado pese a haber quedado inconclusa. Obedece al mismo modelo de los alminares de la Kutubiyya de Marrakech y de la aljama sevillana, la actual Giralda. Se diferencia de ellos en el material con que está construido que en este caso es la sillería de piedra calcarenita que sin duda le imprime un carácter específico.  La otra diferencia notable es su dimensión, 16,12 m de lado frente a los 12.80 m de la Kutubiyya y los 13,56 m de la Giralda. Al haber quedado inconcluso no podemos saber con precisión cual hubiera sido su altura, pues pese a lo afirmado por algunos, los otros dos alminares no tienen proporciones similares: así el cuerpo inferior de la Kutubiyya hasta el arranque de las almenas tiene una proporción alto/ancho de 4,25 mientras en la Giralda es de 3,79. Por otro lado, en este alminar existe una apreciable diferencia de altura entre las caras norte y la sur, lo que haría dudoso establecer esa proporción. En la hipótesis que se presenta se ha considerado un desarrollo homogéneo de la rampa y un desembarco en la primera terraza similar al de los otros alminares lo que daría una altura en su cara sur de 56,50 m hasta la base de las almenas y 62 m en su cara norte.

Su disposición en planta comporta una serie de salas centrales superpuestas, de forma cuadrada, y una rampa que sube girando en torno a ellas en el sentido anti-horario. Las salas tienen 3,50 m de lado y la rampa 1,97 m de anchura. Dichos espacios están separados por muros de 1,67 m de espesor, siendo 2,60 m el grueso de los muros externos que se ven reducidos por el relieve de la ornamentación que cubre las fachadas. Las salas existentes en la actualidad son seis, aunque puede suponerse que contó con otra más hasta llegar a las siete, el mismo número que tiene las otras dos torres mencionadas y que constituye en sí todo un valor lleno de simbolismo. La primera sala se cubre con una cúpula de gallones hecha de ladrillo inscrita en planta octogonal a la que se llega mediante unos envigados diagonales de maderas muy bien escuadradas dispuestos en las esquinas. En su momento contó con las típicas trompas de yeso formadas por media bóveda de arista que desaparecieron en una inadecuada restauración. La siguiente sala cuenta con una bóveda de rincón de claustro, mientras todas las salas superiores disponen de bóvedas baídas hechas de piedra hasta la altura de las claves de los arcos formeros y de ladrillo en los casquetes superiores. En la cuarta sala, por debajo de la bóveda baída, hay una bóveda de mocárabes que arranca también de una planta octogonal, que se forma con envigados de madera como en la planta baja. Entre estas vigas y la bóveda hay un cuerpo prismático con decoración de lazo de ocho. Las demás salas carecen de decoración. Todos los pasos de puertas y ventanas disponen de dinteles de madera perfectamente escuadrados. En los dibujos que se acompañan se puede ver una hipótesis del posible remate que habría tenido la torre, basado en el de las otras contemporáneas.

Por el exterior, la torre presenta una decoración que, aunque hermana de las que recubren los otros alminares, guarda sus propias características. Se dispone en tres registros superpuestos que seguramente debían de ser cuatro si se hubiera concluido su construcción. La zona inferior es lisa en los cuatro lados. Sólo en la cara sur aparece la puerta de acceso con arco túmido y un sencillo alfiz. Después hay un primer registro extendido a toda la cara norte pero reducido a sólo los frentes que quedaban al exterior de la mezquita en las caras este y oeste. La cara sur carece de este registro ya que a esa altura se adosarían las cubiertas de la galería norte del patio. En la cara norte el registro está compuesto por tres recuadros que enmarcan tres arcos, lobulado en el central y de lambrequines los laterales. El arco central alberga una ventana de arco túmido y el de la izquierda otra con forma de saetera. El de la derecha es ciego. Los recuadros o alfices están rematados con dinteles adovelados en su arista superior. En las caras este y oeste hay dos pequeños recuadros con arcos de lóbulos entrecruzados prolongados en trama de sebka.

El siguiente registro es bastante semejante en las cuatro caras. Está compuesto por un recuadro que bordea grandes arcos: de lambrequines en el norte, de lóbulos entrelazados en el este, formado por otros arcos menores de siete lóbulos en el sur y de arquillos trilobulados en el oeste; dentro de estos arcos hay otros recuadros con arcos polilobulados y mixtilíneos prolongados en sebka. Dentro de ellos se abren ventanas de distintas formas. El tercer registro es más uniforme y de mayor tamaño. Se desarrolla igualmente dentro de un recuadro y está formado por tres arcos apoyados en columnas de mármol de los que nacen tramas de sebka. En las caras norte y sur los arcos son de lóbulos entrecruzados y la sebka es mixtilínea, mientras en las otras caras los arcos de arranque son lobulados simples y la trama rómbica se forma por prolongación de los lóbulos. Este registro está inacabado en todas las caras. Seguramente debió planearse un cuarto registro formado por una arquería de arcos ciegos de menor tamaño formando una sebka de escaso desarrollo, tal y como sucede en la Kutubiyya y la Giralda. Del cuerpo superior que debía coronar el alminar nada podemos decir con certeza. En el primer y tercer registro se utilizaron columnas y capiteles de mármol, procedentes de expolio, de estilo califal, mientras en el segundo registro las columnas y capiteles son de piedra calcarenita y de estilo almohade, labrados sin duda para esta obra.

Tanto en la disposición de la decoración de sus fachadas como por su organización interior esta torre resulta más homogénea y ordenada que la de la Kutubiyya pero es también más monótona que la Giralda.

Por su ubicación y su gran altura este alminar estaba concebido para ser un hito visual no solo de la ciudad sino del territorio inmediato. A su función religiosa debía haberse añadido la de atalaya de control sobre el mar, el estuario del Bu Regreg y el territorio al norte del Ribat al-Fath que anunciaba con su sola visión la presencia de la ciudad.

Antonio Almagro


Bibliografía:
  • Lt-Col. Dieulafoy, "La mosquée d'Hassân", Mémoires de l'Academie des Inscriptions et Belles-Lettres, t. XLII, (1920) : 167-315.
  • Jonathan M. Bloom, Architecture of Islamic West. North Africa and the Iberian Peninsula, 700-1800, (New Haven and London: Yale University Press, 2020): 127–30.
  • Jaques Caillé, La mosquée de Hassan à Rabat, (Paris : Arts et Métiers Graphiques, 1954).
  • Georges Marçais, L'architecture musulmane d'occident: Tunisie, Algérie, Maroc, Espagne et Sicilie, (París : Arts et métiers graphiques 1954) : 207-11, 249.
  • Xavier Salmon, Maroc almoravide et almohade, architecture et décors au temps des conquérants 1055-1269, (Paris: Liénart éditions, 2018).
  • Dolores Villalba Sola, La senda de los almohades: arquitectura y patrimonio, (Granada: Universidad de Granada, 2015): 263-269.