La Puerta de Sevilla en la ciudad de Carmona ya estaba conformada en el Alto Imperio romano como una masa paralelepipédica (Bastión), flanqueada por dos pasos al interior de la ciudad (Puerta, a Sur y Poterna, a Norte), con una torre en su frente exterior (Torre del Homenaje) y un foso recortándola por delante; la cara superior del Bastión, aislada de la puerta mediante un muro romano (la Cortina), estaba casi totalmente ocupada por un edificio religioso, el Templo; no sabemos cómo se relacionaba este plano superior con el interior de la ciudad.
El primer elemento medieval es la torre que flanquea la Puerta por el Sur; es evidente, por razones estructurales y funcionales, que debía existir desde una etapa anterior, es decir, es imprescindible suponerla, con un volumen más o menos parecido, cuando se construyeron las bóvedas y arcos de la puerta romana. Sin embargo, su apariencia actual corresponde a las fases medievales; su fábrica tiene las irregulares características de formato y aparejo que normalmente se atribuyen a las obras precarias de empresas militares del emirato omeya a partir de los inicios del siglo IX.
En estrecha conexión con la torre meridional está el arco que en la actualidad precede a los romanos según se entra; consta que fue de herradura, aunque está intensamente deteriorado, pudiéndose calcular que posee una relación flecha/diámetro de 4/5, que corresponde al canon emiral cordobés; su aparejo enjarjado coincide con la datación anterior, sin embargo, la convergencia de las dovelas a un punto situado entre el centro de la rosca y la línea de arranques, es un rasgo que no aparece hasta época del califato omeya. Quizás el rasgo más específico sea la proporción del alfiz que enmarca la rosca del arco, ya que va sufriendo una perceptible evolución de sus proporciones, en el sentido de ir creciendo su esbeltez, por lo que creo que fue construido en las primeras décadas del siglo X, con motivo de algunas de las múltiples confrontaciones en las que Carmona intervino.
El siguiente elemento es el arco que, algo más arriba y más adelantado que el anterior, domina la composición actual de la Puerta. Su figura de herradura túmida remite a los arcos de la aljama almohade de Sevilla, que se terminó de construir en 1198; similares, pero sin alfiz, son los de la Torre del Oro, albarrana de la Alcazaba Exterior sevillana, que se construyó en 1220. La decoración de las impostas es anómala dentro de la tradición omeya de la comarca y aún dentro de la propia Puerta de Sevilla, pues no es la simple nacela habitual; sabemos que esta ruptura de la norma comienza en la etapa final almohade y se prolonga hasta época nazarí; parece, por tanto, que es éste un elemento datable en la última década del siglo XII o primer cuarto del siglo XIII. Lo más llamativo son sus dovelas engatilladas, aparejo más espectacular y dificultoso que eficaz, que, amén de ilustres precedentes romanos, aparece en la última etapa de la aljama cordobesa, y otro ejemplo califal, el puente granadino de Pinos Puente, además de algunos ejemplos almohades. La funcionalidad y fecha de este arco está estrechamente relacionada con las estructuras defensivas que sostiene, como son la buhedera y la ladronera que sobre él aparecen, sustentadas en colaboración con el paramento que va sobre el primero de los arcos analizados; como es evidente la datación musulmana del arco, sólo recogeré los paralelos islámicos de estos elegantes expedientes defensivos, cuya funcionalidad está estrechamente relacionada con la defensa directa de las hojas de la puerta que entabló contra el arco más bajo, el que he datado en el siglo X.
La buhedera que aparece entre los dos arcos constituye un sistema eficaz y sorpresivo para la defensa vertical ante intentos de contacto directo con las hojas; aparece fechado por vez primera en la fortaleza abbasí de Ujaidir donde, tras un rastrillo, aparece una buhedera constituida por una serie de arcos paralelos, colocados en el sentido contrario al de las ménsulas de Carmona. De ahí pasarían a Túnez, donde el del ribat de Susa se fecha en el año 821, para aparecer en España en el siglo X, en la puerta del castillo de Gormaz y generalizarse en el XIV, tanto en territorio islámico como en el cristiano. La ladronera que preside el conjunto del paso de la Puerta es muy interesante como forma arquitectónica, pero de dudosa eficacia, dado su exiguo tamaño y cuidadosa decoración; el más antiguo ejemplar de ladronera es la saqqata de Qars al-Hair al-Šarqui, datada en el año 729, del que derivan los otros ejemplos islámicos fechados antes de 1250, como son la Bab an-Nasr y la Bab al-Futuh, de El Cairo, fechadas en 1087; aparecen en 1260 en Túnez y su paralelo más acusado es el de la Puerta del Sol de Toledo, construida entre 1375 y 1399.
Antes de seguir adelante con el estudio de los elementos medievales de este Alcázar de Abajo, o de la puerta de Sevilla, conviene enfatizar que, durante cerca de un milenio, los sistemas defensivos clásicos fueron más que suficientes para esta zona de la ciudad, incluso cuando se perdieron o inutilizaron algunos de sus elementos; pero las circunstancias políticas y militares que siguieron a la caída del estado omeya cordobés transformaron radicalmente las murallas de las ciudades andalusíes, produciéndose un cierto renacimiento de la arquitectura militar, como no podía ser menos si se tiene en cuenta el creciente poder ofensivo y alcance de los ejércitos cristianos; este impulso renovador, dado por los almorávides y fundamentalmente por los almohades, fue suficiente hasta fines del siglo XV. La procedencia de los nuevos sistemas defensivos parece que debe buscarse en el Islam oriental, heredero de los métodos clásicos y tardo antiguos por vía directa; la Península Ibérica se benefició de estos conocimientos por una doble vía, ya que los propios musulmanes los transmitieron a través del Norte de África y los cruzados los llevaron directamente a la Europa cristiana, y de allí pasaron a los reinos de sus correligionarios peninsulares, en un proceso ligeramente posterior y de penetración seguramente más lenta. En este contexto los elementos de la Puerta de Sevilla constituyen un hito básico, conformado en dos fases distintas, sucesivas y complementarias. La primera, en la que se erigió el arco de herradura con sus hojas de puerta, puede llevarse a los comienzos del siglo X mientras la segunda, es decir el resto, parece pertenecer a un momento posterior, con decoración andalusí moderna y evolucionada, seguramente de época almohade. Si esta datación es correcta, la Puerta de Sevilla sería un nexo de unión entre los ejemplares africanos del siglo anterior y los casos andaluces, tanto nazaríes como mudéjares o góticos, de las centurias siguientes.
El resto de las obras medievales corresponden exactamente a ampliaciones en altura del Bastión y sus apéndices, que crecen de forma irregular hasta alcanzar en tiempos del rey Don Pedro un aspecto muy similar al que podemos contemplar en la actualidad. Como el mayor número de obras de interés se concentran en la llamada Torre del Oro, que campea sobre la antigua Poterna, y en el Salón de los Presos, que cierra el Bastión por el lado de intramuros. En el interior de la Torre del Oro advertimos rasgos almohades claros, como el arco de herradura con alfiz que le da paso; tiene sus paralelos más exactos en la Giralda, cuyos alfices esbeltos, nacelas marmóreas que reaprovechan piezas antiguas y enjarjes son muy parecidos, quedando como único rasgo diferente el hecho de que la herradura sea túmida. Lo mismo sucede con la bóveda que le sigue, siendo algo menos corriente el dintel monolítico con el que remata este paso. La cúpula de la habitación principal de la Torre del Oro es un hermosos ejemplar con precedentes almohades directos en el alminar de la Kutubiyya de Marrakech.
El resto de los elementos que se conservan en la Puerta de Sevilla son posteriores a 1247, sobre todo se datan en la época del rey Don Pedro.
Alfonso Jiménez