La ciudad de Tarifa se encuentra en el punto más meridional de la península Ibérica, asentada sobre un promontorio junto a la orilla del mar y delimitado por el norte por la vaguada de un torrente cuya desembocadura estaba próxima. A escasa distancia existe una pequeña isla de constitución rocosa, hoy unida a tierra firme y en la que existen canteras antiguas para la extracción de piedra. Sobre ese promontorio en el que se han hallado restos de época romana, construyó el califa Abd al-Rahman III un castillo, cuya estructura principal aún subsiste, levantado en el año 960, según atestigua la lápida fundacional conservada en su posición original sobre la puerta de la fortaleza. Esta obedece al modelo de otras coetáneas como el castillo de Gormaz, o la alcazaba de Mérida, con torres de escasa proyección y con sus adarves a la misma altura que los de las cortinas adyacentes. Su clara función era asegurar la defensa del Estrecho de Gibraltar frente a la creciente amenaza del califato fatimí.
Sobre la parte más elevada del montículo costero se fue asentando una población pronto encerrada con murallas que con el tiempo se extendió al otro lado del arroyo formando un arrabal también defendido por su correspondiente recinto murado. Todo este conjunto de obras defensivas resulta de muy difícil datación, salvo en lo referente al castillo inicial cuya datación nos la proporciona la inscripción ya mencionada. El resto de construcciones presenta formas y sistemas constructivos diversos que obedecen a distintos momentos de construcción y sobre todo, de reparación y reforma que hacen difícil su adscripción cronológica. Sólo considerando algunos rasgos tipológicos se pueden atribuir algunos elementos a un período determinado.
Los elementos más significativos al respecto son una gran torre octogonal con disposición de torre albarrana que se proyecta desde el castillo hacia el oeste como defensa avanzada frente al mar y la única puerta del recinto que se ha conservado casi íntegra, la puerta de Jerez, y que debió ser acceso principal de la población. Otra puerta, la de Almedina, conserva restos incrustados en construcciones posteriores y debió ser el acceso principal al recinto urbano primitivo, antes de que la ciudad se expandiera al otro lado del arroyo. A semejanza de las otras puertas conservadas en la ciudad, parece que también tiene dos fases, una inicial como puerta en recodo simple y una transformación posterior, sin duda cristiana, que antepuso un cuerpo que contenía un espacio a cielo abierto por el que los defensores podían hostigar a los atacantes desde los adarves que lo bordeaban
Tradicionalmente se ha considerado la torre octogonal construida al lado del puerto junto con sus defensas agregadas como obra almohade, por su semejanza con otras estructuras semejantes, mientras la puerta de Jerez y el recinto que encierra el arrabal se atribuyen a la presencia meriní a este lado del Estrecho, sin que conozcamos ningún argumento que avale esta atribución.
La torre albarrana forma parte de un conjunto de defensas añadidas al castillo consistentes en un antemuro que lo rodea y que incluye una puerta exterior en recodo. Este antemuro se ha conservado en los lados norte oeste y sur, mientras en el frente este solo existen vestigios de él. Está formado por una muralla sin torres que deja una liza o corredor entre ella y la principal de la fortaleza de apenas dos metros de ancho. En el lado oeste, y fuera del eje de la puerta principal, se dispuso un acceso en doble recodo dentro de una construcción cuya terraza está a la misma altura que el adarve del antemuro, sin que llegue a tomar forma de torre.
Este acceso presenta un arco exterior hacia el oeste que da paso a un espacio cuadrado en cuyo lado izquierdo se abre propiamente la puerta, formada por un arco muy deformado por las reparaciones que ha sufrido. El espacio ante la puerta quedaba al descubierto, a modo de buhedera o pequeño patio que permitía hostigar a los atacantes desde la terraza. Tras la puerta hay un espacio longitudinal en cuyo lado derecho se abre un arco de mayor luz que aquella y que da paso al recinto. Para alcanzar la puerta principal se requiere un nuevo giro dentro de la liza. Para llegar a esta puerta desde dentro de la ciudad había que pasar por otra situada en el grueso muro que une la torre albarrana con el recinto que forma el antemuro. Dicha puerta se sitúa en proximidad de la torre. Un segundo muro, ligeramente convergente con el primero y que une el cuerpo de la puerta del antemuro del castillo con la albarrana, encerraba un recinto a modo de barbacana, en el que otra puerta daba acceso al mar.
La torre albarrana es de planta octogonal, inscribible en una circunferencia de 7,65 m de diámetro. Se accede a ella a través del adarve de la gruesa muralla de 2,35 m de anchura que la enlaza con el recinto exterior del castillo y que cuenta con antepecho en ambas caras. Actualmente tiene una altura media de 12 m aunque es muy posible que en sus orígenes fuera más alta contando con una o varias plantas de espacios cubiertos, en el nivel de lo que hoy es su terraza y por encima de ella, tal y como ocurre en la mayoría de las construcciones semejantes. Es muy posible que esas plantas fueran demolidas para disponer artillería a una altura más apropiada para batir el puerto y la costa, a semejanza de lo que se hizo en algunas otras torres del recinto urbano.
La puerta de Jerez, situada al norte del recinto, es de acceso recto, y estaba flanqueada por dos torres que en su origen avanzaban 4 m respecto de su primer arco. En un momento posterior, sin duda ya en época cristiana, el espacio entre las torres se cubrió con una bóveda de cañón en cuya parte superior se dejó un hueco para funcionar como buhedera, produciendo la imagen de una gran torre con una puerta que la atraviesa en su base. La bóveda deja otro hueco estrecho y alargado, de la misma anchura que el espacio entre las torres, que pudo tener el mismo fin o quizás servir para disponer un rastrillo. La puerta propiamente dicha está compuesta por dos arcos cuyas jambas, hoy muy deterioradas, dejan dos espacios laterales en los que se alojaban las hojas de carpintería cuando el paso quedaba abierto. Los arcos, construidos con ladrillo, son túmidos y arrancan de sencillas impostan en nacela. El espacio entre los arcos se cubre con una bóveda de espejo cuyas aristas quedan remarcadas por finas cintas talladas en el enlucido. Toda la parte alta del frente exterior de esta puerta está reconstruida en época moderna, siendo muy probable que tras la reforma cristiana la puerta tuviera un almenado continuo en todo ese frente.
El recinto urbano contó al menos con otra puerta en su lado oriental, destruida durante la guerra de la Independencia, que se abría también entre dos torres y de la que solo queda una jamba incrustada entre construcciones modernas.
El resto del recinto presenta lienzos y torres construidas en su mayor parte de mampostería de piedra. Las torres son macizas hasta el nivel de los adarves y en la actualidad apenas sobresalen de ellos, aunque algunas muestran indicios de haber sido desmochadas para disponer artillería a un nivel más sólido y apropiado.
El recinto ocupa una superficie de 11 Ha con un perímetro exterior de murallas de 1500 m.
Antonio Almagro